El respeto a los demás es un sentimiento delicado, apreciación de lo adecuado, propio o correcto. Es un ejercicio del dogma bíblico: póngase a sí en el lugar de la otra persona. Sensibilidad de sentimientos de afectos, íntima visión de entrega, particularmente una evitación de lo que ofende o perjudica. Lubricante que suaviza las relaciones de personas a personas, proporcionando armonía y aprecio.
El autorrespeto exige al hombre no hacer nada que sea impropio o indigno de su condición humana. La educación y experiencia lo condicionan para las buenas relaciones con los demás. El respeto por si mismo, autovaloración y autoestima, debemos considerarlo en las otras personas y por ende reconocer los derechos, dignidad, decoro y abstenerse de ofenderlos.
En las relaciones ponerlos a ellos primero, preguntarse quien soy yo mientras trato con mis semejantes, lo escuche, que le dije, que debí decirle, que dejé de decirle, aplicar el corazón a sus palabras es la amistad verdadera. El que se conoce a si mismo honra sus sentimientos y por ende se honra a si mismo y a los demás.
El afecto que ejercemos a nuestras amistades debe estar en directa proporción con el afecto que nos tenemos a nosotros mismos, es una humilde mirada a lo que nosotros creemos valer. Buscarse a si mismo y de si mismo encontrar al otro para ser felices.
Es de vital importancia en cualquier tiempo libre que podamos invertir en relaciones personales, es un gran paso a la realización, el camino a comunidad, para eso fuimos plantados en la tierra, una armoniosa convivencia. Así como Dios nos dice: te tengo esculpido en las palmas de mis manos. Los hombres, sus hijos deben tenerse gravado en sus corazones, unidos como la rosa y los perfumes.
Se experimenta la verdadera excelencia personal cuando vamos al encuentro de respetar y defender los derechos de los demás. Sabemos de nuestras debilidades, estamos concientes que los valores están palideciendo, que merecen cuidarlos, estemos alertas, apretemos esas debilidades para no caer en males que no podremos borrar. Si escuchamos, miramos y andamos con respeto, no tropezamos. Quiero decir, que las actitudes sean guiadas por el afecto y valor que sentimos por nosotros mismos. Todo será hermandad.
Se vive como una victoria contra el egoísmo que separa las relaciones, tendremos la coraza protectora conforme andemos en el respeto debido. Respetar es dar, separación del yo, yo, yo, arrogancia, ese afecto excesivo para consigo mismo, egocéntrico que enferma y nos aísla.
En las relaciones lo principal es franqueza, alegría, animar, respaldar, ser útil, vencerse en una decisión firme y sincera de amor. Respirar el mismo aire, anidar el dolor y alegrías. Si no nos entregamos en plenitud estamos solos, perdido. Nacemos para los demás, sólo así podremos vencer los obstáculos y crecer. Solo no soy el que debía ser, un amante de mi otro yo.
La vida es infinitamente preciosa y bastante breve para no disfrutarla. Con apego desinteresado, estar unidos con la alegría de que solos no podemos realizar nada bueno y útil. Abrazar las dunas áridas del egoísmo con el abrazo caluroso de la hermandad.