En su alocución en el acto partidario de San Francisco de Macorís, el presidente Leonel Fernández dejó fijada la idea de que no le animaba el propósito de colocar al país patas arriba forzando una repostulación en condiciones tan adversas. Las razones son obvias:
1-La reelección está expresamente prohibida por la Constitución vigente y el camino de la reforma sería una aventura con inmensas probabilidades de fracaso.
2-La pretensión de vadear ese impedimento por vía de una determinación del Tribunal de Garantías Constitucional tendría una sola lectura: golpe constitucional, algo que la comunidad internacional rechazaría de manera contundente.
Y no tiene Fernández necesidad de arriesgar tanto y conducirse a la meta que nadie le despintaría: la del descrédito total.
Es por lo que ha querido que quedara muy claro que no andaba en mor de precandidato, sino en el rol de presidente de su partido y de garante del proceso democrático que habrá de llevar al PLD a escoger un candidato el año próximo, que Fernández será el primero en salir a respaldar, porque en el PLD los asuntos personales se relegan al interés de la organización.
“Los peledeístas somos una sola familia, y actuamos juntos”, y aclaró que sus planes no eran los de fraccionar la unidad interna sino lo de forjarla para el objetivo de evitar el triunfo electoral de los opositores.
¿Cierran esas palabras el ambiente de confusión que se ha procurado construir a lo interno del PLD, para que una parte de ese partido ande detrás de los huevos de la lechuza y no se empleen en la tarea de fortalecer a los aspirantes que han empezado a desplegar sus actividades?
No, de aquí a febrero habrá un trecho para la pérdida de tiempo y para la afectación de la imagen del gobierno y la del presidente, que se ven comprometidas cuando se insiste en pregonar la incertidumbre y el irrespeto a la institucionalidad.
Lo lamentable es que ese juego también puede tocar el posicionamiento del partido y de ese daño pudieran terminar muy arrepentidos sus propiciadores.
Si el presidente Fernández aspira a que el país lo siga escuchando con mayor confianza y credibilidad debería asumir, sin dejar ninguna brecha para la confusión, su rol de árbitro en el PLD y en la sociedad.
Ese cuento de que presidente que dice que no va se queda solo, a él no le entona. Lo que ha ocurrido en el siglo XXI con los mandatarios en esa situación, es que han elevado su popularidad. Ocurrió en Chile con Ricardo Lagos y Michelle Bachelet; en Colombia, con Uribe; y en Brasil, con Lula, y segundo porque no pierde vigencia un líder con posibilidad de retorno.
El propio presidente ha experimentado la sensación de verse malinterpretado. Ocurrió cuando presentó propuestas contra la corrupción, y cuando se conocían los anteproyectos del Código de la Comunicación, y eso por el daño que le hacen los que lo proyectan como un individuo capaz de cualquier hazaña por la ambición de poder.
Obispos católicos, pueblo evangélico; grupos empresariales, buena parte de la sociedad civil y los medios de prensa no pueden ser los que estén equivocados al prevenir contra una ruta ominosa.