No olvidamos cuando seguíamos los acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial. Francia capitulaba, dolía oír el rítmico sonido sólido de las botas nazis marchando, hiriendo el pavimento de los Campos Elíseos. ¡Cuántas lagrimas! Al otro lado del canal Winston Churchill se reunía con el gabinete. Había pánico, los británicos estaban solos, pensamiento de rendición asomaban en las expresiones faciales. En silencio Churchill encendió un cigarro y expresó: caballeros hallo esto más bien inspirador.
Con razón la gente creía en él. El temor al pánico nunca entro en su mente.
Seamos firmes, confiemos en la inteligencia de los dominicanos. Yo personalmente converso con ustedes porque creo firmemente que el mal no es el final. No temamos al fracaso, en si no existe, solo los que no se conocen así mismo, no saben dónde van, temen. Los hombres de esta tierra sabemos cuál es el rumbo a seguir, lo vamos hacer verdadero, conocemos las desviaciones, las corregimos y convertimos en honestidad.
Lo primordial es no tener miedo cuando pensamos y actuamos por el bien común, el poder es avasallador, nada ni nadie detiene las fuerzas del amor de patria, eso es lo que sentimos que va a despertar.
Tengamos presente nuestra historia, los años funestos de la ocupación haitiana. Surgió la valiente generación de jóvenes, Juan Pablo Duarte y sus discípulos con su firme visión libertadora. El relámpago del trabucazo iluminó la noche de la patria herida con todo su esplendor. Esos años fueron más difíciles.
Hoy, el mal lo conocemos nos urge educar con el ejemplo a nuestros hijos, mostrándoles que la moral es patria, es toda pureza y firme combatiente contra los males creados por los enfermos en la avaricia. Sacudirnos, vencer la corrupción ladrona de la salud, la educación, seguridad y economía. Se conocen los violadores de la Constitución y leyes, son los pocos y no hay que arrinconarse. Vencer el cauce del mal con las buenas acciones, esa corriente impetuosa crece y las buenas costumbres volverán a florecer.
Practicar la visión de honestidad. La captamos, se trata de tareas que requieren discernimiento, prudencia, no violencia y madurez. Sabemos que hay hombres y mujeres dispuestos a luchar por la causa noble del amor a la raza hoy azotada. Seguir alertas, denunciar a los corruptores y corruptos como ya vemos en la televisión.
En medio de aguas tempestuosas de este mundo mientras nos esforzamos a nadar contra corriente, no callo mi larga vida, sigo remando en el mar adentro de las almas. Tener fe, creer y dar vigencia al Decálogo Duartiano. Amar a tiempo completo. Solo el amor al bienestar de los demás es capaz de lograrlo, en el se encuentra el más grande de los dones. Vencerse para servir.
Los que le dieron la espalda a la vida moral quedan arrinconados en amarguras. Sin fuerzas para resistir el pesar interior, pero en sí no es dolor lo que siente, sino disgustos consigo mismo. Ahí se aprisiona. No se impulsa a restaurar el bien; por eso se ahorcó Judas.
Los que no aceptamos la corrupción establecida sabemos que el caminar es tropezar, enderezar rutas, caer, levantarse. Esto nos enseña el gran secreto de que estamos despiertos, nos creamos, fortalecemos de nuevo, sabemos qué somos y determinamos qué hacer. La razón nos indica que se retiene no lo que se tiene, sino lo que se da. La vida no es vivir como seres irracionales.
En el año 1948 yo me despedía de mi padre, venia para la ciudad capital y él me mostró una moneda de un centavo y me dijo: “hijo fíjate, la vida se parece mucho a este centavo. Tu puedes gastarlo como quieras, pero solo puedes gastarlo una vez”, y puntualizó “ te estoy diciendo que lo que hagas sea bueno, lo correcto y nunca te arrepentirás. Si actúas mal no podrás cambiarlo”.