En Haití ha empezado a apuntarse el cambio climático con otros factores como el político y el social, en la dilucidación de las causas de la extensión de determinadas enfermedades epidémicas: la malaria, el dengue, la fiebre amarilla o el cólera. El sismo de 2010, con un fragilizado y disminuido capital natural, sin infraestructuras de ningún tipo, ha dejado miles de muertos y más de un millón de seres humanos en las calles que viven hoy, en condiciones infra-humanas. Este guión debía desembocar en una epidemia de ese tipo. ¿No era previsible esa situación, por qué no se previó?
Primera causa: los Estados, en especial algunos de los más ricos, dejaron de aportar recursos económicos a la OMS, ONU, UNESCO y FAO. Las consecuencias no se hicieron esperar y se produjeron graves reducciones en los presupuestos sanitarios en particular de muchos países, con ajustes estructurales de reducción de gasto público por la aplicación de políticas neoliberales a la salud, la educación, la vivienda o la alimentación. La falta de vivienda, la pobreza, la mala alimentación, entre otros elementos, son los grandes aliados de las enfermedades y los que determinan su prevalencia, por eso los países pobres son el blanco predilecto. Después del cólera, vendrán la poliomielitis y la tuberculosis, sin dudas.
Segunda causa: la mundialización es una promotora explícita de las epidemias, al universalizar el intercambio de individuos y mercancías, sean legales o no, fronterizos o no, isleños o continentales: ningún país y ningún Estado hoy está a salvo. Los riesgos de contagio se aceleraron con los modernos medios de transporte que hacen posible que los vectores de enfermedades viajen por todo el planeta y se conviertan en elementos de una auténtica globalización sanitaria.
El turismo de masas y las migraciones económicas o ambientales: algunos científicos alegan que son una de las causas del resurgimiento de ciertas plagas señaladas como favorecedoras de la transmisión de otras, las enfermedades también se han mundializado. No menos cierto es que la globalización ha creado un nuevo marco de sensibilización, tanto científica como ética, frente a problemas que antes se padecían en espacios aislados e incapaces de dar soluciones efectivas a las plagas.
Hoy, las respuestas a las enfermedades y epidemias deberán superar también las fronteras, ya sean regionales o nacionales, globalizando la solidaridad ante el peligro de transformarse en pandemia.