Este 13 de diciembre se conmemora el Día de Santa Lucía, madrecita y patrona de los no videntes y, en general, de esos órganos tan importantes para el ser humano que son sus ojos.
Un viejo refrán popular sentencia que “no hay peor ciego que quien no quiere ver…” Y viene esto a colación porque no es posible que algunos no quieran ver la realidad de la sociedad dominicana y sus necesidades básicas, sobre todo esta de reclamar el derecho, expresado además en la Constitución de la República, e incluso en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, de que se dedique a la educación un 4% del Producto Interno Bruto (PIB).
Más allá de las divergencias políticas, no resulta loable que el presidente del senado y secretario general del partido de gobierno, Reinaldo Pared Pérez, ni otros funcionarios consideren este debate social como una “campaña de manipulación” atribuida a sectores políticos y de la sociedad civil. Mujeres, hombres, niñas y niños vestidos de amarillo o enarbolando dicho color en señal de protesta, testifican que esto es mucho más que “un mecanismo” y el debate no admite justificaciones como esta de: “los anteriores no lo hicieron nunca…”
Meritorio resultaría que gane el gobierno que está hoy en el poder esa batalla por los justos reclamos de una sociedad que exige mejor presupuesto para la educación y no una promesa del 30% del exceso de ingresos que “debe haber” de lo presupuestado, de lo cual, ya sabemos que nunca queda nada.
Si detrás de las movilizaciones que lleva a cabo la ciudadanía se esconden rostros oportunistas, mejor será que abandonen las filas que engrosan decenas de organizaciones de la sociedad civil, cuyas voces continuarán exigiendo que se acate la Ley 66-97, tal y como fue concebida, para que el 4% del PIB sea destinado a la educación. No lo que sobra, sino lo que le corresponde.