Días hermosos y claros estos de enero, cuando el año onceno del 2000 se abre paso y con él, quedando atrás los cantos navideños y las celebraciones en familia, toca el turno a los pequeños de la casa- otra vez-, porque se supone que ya Santa Claus pasó dejando sus regalos en los regazos de los arbolitos de navidad. Ahora corresponde el turno a los tres Reyes Magos, esos que siguieron una estrella para llegar, pese a todas las dificultades, junto al niño rey y otorgar sus obsequios al hijo de Dios.
Sucede que en muchos hogares dominicanos la alegría colma los pechos y se expande como onda de luz, que así funciona la risa y el regocijo de niñas y niños…Pero, hay otros, aquellos donde ni Santa, ni los Reyes alcanzaron a llegar y los rostros sombríos interrogan a sus padres, quizás recordando que tuvieron notas y comportamiento buenos y no pueden entender por cuál razón se han quedado sin regalos y juguetes.
De todos modos, aún queda la esperanza de que llegue a sus casas la Vieja Belén, esa ancianita legendaria que recorre los barrios pobres cargadita de juguetes y modestos regalos para quienes no pudieron ser visitados por sus antecesores. Todavía puede salvarse la esperanza y rescatar sonrisas, esas que convierten “el lodo en oro”.
Lo ideal sería que todas las familias, aún las más pobres, pudieran ver sonreír a sus hijos. Nunca como en estos días los bajos ingresos y el desempleo duelen más y más…
La crisis no es nada silenciosa: de eso da fe el 40% de las familias dominicanas, aún cuando se defiende en el país la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos de niños, niñas y adolescentes como sujetos de derechos, uno de los cuales significa evitarles los sufrimientos y procurarles una vida y desarrollo mejor.
Ojalá en estos días de enero, sin Santa o sin los tres Reyes, la viejita Belén no olvide el caminito de los más infortunados.