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Néstor: ¿ El derecho de defender un principio es una libertad de conciencia?.
Lorda: Hay que defender la libertad de las conciencias: es decir, respetar el proceso por el que cada uno llega a ver lo que debe hacer. Esto no quiere decir que todas las opiniones valgan lo mismo, ni que haya que partir a que todos hagan lo que quieran. La intimidad de la conciencia es inviolable pero el obrar externo no: allí podemos intervenir. Podemos y debemos impedir, por ejemplo, que una persona cometa un asesinato o que se suicide, aunque a él le parezca correcto y aunque no entienda nuestras razones.
Néstor: ¿De qué depende la conciencia?
Lorda: La conciencia no depende de gustos o decisiones personales, sino que es una captación de la realidad. La conciencia pone en el obrar el orden de la inteligencia. Se trata, por tanto, de un orden que se puede razonar. Por eso, se puede explicar en abstracto lo que está bien y lo que está mal: que acciones son ordenadas y cuales desordenadas: y esto es objetivo, independiente del modo como lo vea cada uno.
Néstor: ¿Qué sucede cuando no se cuidan las obligaciones?
Lorga: No respetar las obligaciones que tenemos con Dios, con el prójimo, con la sociedad o con la naturaleza es objetivamente malo. Querer con falta de medida o desordenadamente los propios bienes es objetivamente malo. Hacer un daño a los bienes del prójimo es también objetivamente malo. Preferir un bien propio a un deber grave es objetivamente malo. Esto lo podemos saber y razonar también desde fuera. Y es útil saberlo porque ayuda a formar la conciencia y a darle seguridad en su juicio. Es útil saber que el asesinato, el robo, la mentira, la lujuria, los malos pensamientos, el fraude, la envidia, el soborno, la blasfemia o el insulto son acciones desordenadas y malas. Por eso cabe y es útil una enseñanza racional de lo que es bueno o malo.
Néstor: ¿Cómo deben juzgarse las acciones?
Lorda: Podemos juzgar las acciones en abstracto. En cambio ordinariamente es difícil juzgarlas en concreto, porque las acciones humanas son, muchas veces de una complejidad extrema (otras no), con aspectos que no es posible valorar desde fuera, por eso ordinariamente, no podemos, ni debemos juzgar a los demás por sus acciones. Interesa, a veces, juzgar las acciones en lo que tienen de objetivo y externo, porque se obtiene experiencia: y desde luego podemos y debemos juzgar nuestras acciones con frecuencia debemos arrepentirnos de ellas. Pero en el fondo, solo Dios puedes juzgar bien.
Dios juzga desde dentro de la conciencia; los hombres solo podemos juzgar desde fuera. La moral o la ética nos dan elementos de juicio para que aprendamos a juzgar lo que tenemos que hacer, no para que juzguemos a los demás; su función principal es oriental la conducta.
Continuaremos.
El autor es vicealmirante retirado de la Marina de Guerra