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Lutos y campanas por todos…

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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El tema no deja de ser noticia. Ni siquiera puede decirse que los medios de comunicación han olvidado “el caso haitiano”. Hay creadas comisiones; se han realizado reuniones, encuentros, diálogos, intercambios de opiniones, conferencias internacionales, etc…Pero, la realidad es que Haití sigue ahí, al cabo de un año del terrible sismo, enterrado entre escombros, rodeado de sus penurias y  muertes.
 
Al problema de los millones de damnificados se suma la crisis política de unas elecciones pospuestas, con consecuencias que no pueden preverse. El terremoto de magnitud 7, en la escala Ritcher, uno de los más fuertes ocurridos como desastre natural en las últimas tres décadas, sumó a las desgracias del vecino pueblo más de 220.000 muertos y unos 300.000 heridos. Aún los seres sin hogar deambulan de carpa en carpa, azotados, además,  por el cólera y sus mujeres violadas.

No sólo derrumbó la tierra estremecida la misión de la ONU y el Palacio Nacional, en la tierra haitiana siguen en el piso las promesas que en un inicio fueron erigidas, sin que al cabo de este primer aniversario del terremoto puedan verse soluciones. De los escombros, "sólo el 5% ha sido retirado", tal y como expresan con pesar  organizaciones humanitarias, entre ella la agencia  Oxfam, quien ha recordado que  sólo 42% de los 2.100 millones de dólares prometidos para 2010 fueron desembolsados.   
 
Miles y miles de asociaciones y representantes de países y organizaciones destinadas para la reconstrucción de Haití se lamentan de la situación existente, pero los proyectos siguen paralizados y el cólera se ha llevado más de tres mil vidas.
 
Esta es la realidad haitiana a un año del terremoto: más hambre,  necesidades, mayores penurias, elecciones aplazadas, epidemia que cobra vidas como voraz monstruo y las ruinas permeando un territorio que, por demás, no sólo afecta a los naturales, a sus vecinos dominicanos, a la región, sino al mundo entero, porque, en el decir de John Donne en 1624, reescrito por Ernest Hemingway en 1940:
 
“La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca preguntes por quién doblan las campanas: doblan por ti”.

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