Mientras la Central Nacional de Transportistas Unificados (CNTU), decide junto al resto de los gremios choferiles si se aumenta o no el precio del pasaje del transporte público de pasajeros, simultáneamente a esta toma de decisiones, “los plátanos, la papa, el pan, los aceites, zanahorias y las mantequillas, entre otros productos básicos que se utilizan en la canasta familiar” cuestan más a la familia dominicana.
Se dice fácil, pero cuánto pesa sobre los hombros de la mayoría sin recursos un incremento “entre 5 y 15 pesos al transporte urbano y entre 30 y 50 pesos al interurbano”.
De manera que sin haberse cumplido la primera quincena del año que transcurre, la realidad marca, tras la subida del precio de los combustibles, un costo mayor de los pasajes, de los principales productos de consumo masivo, sin olvidar cuánto cuestan a esta altura los servicios básicos: electricidad, por ejemplo.
Ya se habla también de las alzas en los precios de “las carnes de pollo, res y cerdo y vegetales como el repollo, cebolla, ajo y ajíes”, sin olvidar el imprescindible pan nuestro de cada día.
A todos estos acrecentamientos se ha sumado la resolución del Ayuntamiento del Distrito Nacional, a través de la cual suben los impuestos “por el uso de su suelo, calles y aceras para mejorar el servicio en la recogida de basura e invertir en obras demandadas por las comunidades”.
Y a todas estas amiga y amigo lector, la República Dominicana se ubica entre los países de América Latina con salarios más bajos y “con el menor poder de compra”, según informe de finales del año 2010, de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), ofrecidos por el ministro de Trabajo, Max Puig, quien abogó por “una política de incremento salarial” y consideró que ese bajo nivel salarial es un freno para el desarrollo del país.
La pregunta sigue siendo: ¿freno para el desarrollo, o para la existencia misma de dominicanas y dominicanos?