Violencia en Arizona, Estados Unidos, donde la tragedia bañó de sangre a políticos y civiles. En México decapitados en Acapulco y otros hechos estremecedores avanzan sin fronteras como parte del acontecer. También en Europa, en Madrid, un joven dominicano perece a puñaladas; en tanto que República Dominicana no queda a la zaga, las manifestaciones de sicariato y otros crímenes aún por descifrar mantienen a la ciudadanía en vilo.
El reciente asesinato de un hombre en Los Alcarrizos, por una deuda de RD$800, la muerte de mujeres en manos de sus parejas y de niños ultimados por sus padrastros ponen un velo gris sobre estos días de inicio del año 2011, como si la violencia se hubiese propuesto reinar, a pesar de cuanto dolor y luto va dejando a su paso. Y esto, por sólo poner algunos ejemplos.
“¡No más sangre!”, grita la población mexicana y es un llamado de muchos pueblos de la América nuestra, incluyendo República Dominicana. La escalada criminal requiere reacciones mayores, porque es como “acostumbrarse al horror y las malas noticias”. En estos días, hablar de muertes, decapitados, descuartizados y asesinatos viles parece formar parte de la cotidianidad.
A las carestías se suman los asaltos y muertes en las calles. Una mujer, entrevistada por reporteros, aseguró sin reparos que ante los aumentos de precios de pasajes, alimentos, luz y todo lo necesario para vivir, matar y robar eran acciones obvias…
Imposible declarar cosas así sin titubear siquiera. ¿Qué acciones llevará a cabo el gobierno ante tales circunstancias? La estabilidad social se tambalea y demanda medidas certeras, precisas, a tiempo, antes de tener que llorar pérdidas mayores. Esta es una realidad visible, no dramática, pero si perceptible.