La creación nos entrega la belleza del orto, la alegría interior baña y los pensamientos, sublime comunicación con Dios comienzan agradeciendo este disfrute como una nueva vida. En su compañía salgo a ejercitar, caminando rindo culto al amor. Musitando en silencio: nos creaste para amar…le pido: señor enséñanos a ser mansos y humildes de corazón para entregarnos a nuestros hermanos como tú nos amas y transforma toda esta vida a una continua entrega a los demás.
De todo lo que veo en las calles, lo que no acepto es el llamado político. Sé que es una mentira más, un vulgar disfraz para seguir destruyendo la familia dominicana. Se enriquecen quitándole el dinero a la educación y salud. Cuando le reclaman, sordos simulan ser, y como no conocen la vergüenza, ni se preocupan cuando oyen que los tildan de creadores de males sociales, ladrones del bienestar común.
Como abusan robando con los impuestos, es nuestra obligación saber que se hace con el dinero que se recauda y cuando vemos la inmoral auto asignación del barrilito y O. N.G. de los legisladores, nada más tenemos que saber. No aceptamos ni no sentimos representados.
Crean la Constitución y leyes, la ignoran, también la acomodan creyendo que somos tarados, tontos. Sus hechos le ponen el sello de verdugos inmorales de su raza.
Creo tratarlos suave al decir que carecen de inteligencia, que no entienden el ambiente del curul de los deberes de solo legislar. Sí demuestran una conducta inhumana, por eso no están condicionados por los deberes que están obligados.
La avaricia de un movimiento espontaneo idéntico a la del perrito de mi nieta, que no tiene inteligencia, solo siente la voz de los instintos. Es el impulso natural que ejecutan con el barrilito, O.N.G, bonificaciones y otras rapacidades.
El hombre sano, el ético, escucha, siente los reclamos porque está dotado de inteligencia que quiebra la psicología instintiva y está obligado a respetar, honrar lo que le rodea, y comprende que los fondos del erario público son para usarlo en el bien común.
Por esto es que se protesta viendo como se roban el dinero que debe ir a resolver las necesidades ciudadanas. No debemos entregar la bandera de la patria que ama sus hijos, ya es más que tiempo para dejar de hablar y crear una sociedad en la cual la corrupción pierda su atractivo, que sea una muerte cívica de los que viven en mansiones construidas con el dinero de su rapiña.
Vemos por la televisión villas más suntuosas que las conocidas en la Riviera francesa. Increíble, los dueños son varones que nada tenían, sí un hambre insaciable de saquear el erario público. Y lo están haciendo, ignoran que la moral de las cosas, y de todo los que los rodea, le cobrará, tiene su ley inviolable: no es el mal el final. Es el bien. Es la verdad que brilla con fuerza.
Los politicastros nadan en los millones robados, están tan prisioneros que no ven el mal que están creando. Los pueblos se hastían de los robos y no se vislumbra un hombre honrado hasta la médula, de vigorosa integridad para sanear la administración pública.
Nuestra sociedad se ha convertido en una entidad en la cual, como ocurre en la dictadura, que los hombres son tratados como cosas y no como personas.
El autor es vicealmirante retirado de la Marina de Guerra.