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Combustibles suben y mucho más…

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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El petróleo alcanza por primera vez en más de dos años un precio que eleva las expectativas a grados impensables, sobre todo cuando se conoció en días pasados que “el barril de Brent del Mar del Norte para entrega en marzo llegó hasta los 100,25 dólares en el InterContinental Exchange (ICE) de Londres, en alza de 84 centavos respecto al cierre de fin de semana”.

Todo este comportamiento  choca con la realidad de las economías nuestras y la situación se torna más tensa, tal y como se demostró en este amanecer de San Valentín en la capital dominicana.
 
No se trata sólo del bolsillo, ni siquiera es plausible que los “tiburones de la política” estén pensando solamente en acusar al partido de gobierno por la manera angustiosa en que la población debió enfrentar sus traslados a los puestos de trabajo y otros destinos, debido a los paros de transporte efectuado por dirigentes choferiles. El problema es mayor y afecta, desde el pan de cada día, hasta la obtención de los alimentos básicos de la familia dominicana.
 
Especialistas retoman el tema de  la recesión económica global de los últimos años, que sigue enfrentando el desempleo como mayor desafío y señalan como fatídica la decisión del banco central norteamericano, (Fed), “de lanzar unos 600,000 millones de dólares en inorgánicos para comprar títulos de deuda de su propia Hacienda”, cuyos resultados se han traducido “en alza de precios de productos básicos como el petróleo, el maíz, harina, etc., que de nuevo se convierten en la plaza más cómoda para la especulación y el lucro”.
 
Siguen siendo los países pequeños los más perjudicados, claro está y en la nación dominicana distinguidos economistas observan con inquietud el rumbo que seguirán las finanzas en el mundo, donde la estabilidad o la inflación pueden disputarse el lugar que han intentado “equilibrar las finanzas, luego de haber seguido el patrón fondomonetarista de estimular la economía con medidas anti-cíclicas basadas en el incremento del gasto”.
 
Sólo que no se trata de “pagar los platos rotos ajenos”, sino los propios, los nuestros, que cada día están más y más vulnerables.

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