El líder libio Moamar Gadafi juró el martes combatir a los manifestantes que buscan derrocarlo y morir como "mártir", vociferando y agitando el puño en un discurso furioso por la televisión estatal.
Envuelto en túnica y turbante color marrón claro, Gadafi habló desde un podio instalado en la entrada de un edificio semidestruido que parecía ser su residencia alcanzada por bombas estadounidenses en la década de 1980 y que se dejó sin reparar como monumento.
A los gritos, dijo que era "un guerrero" y proclamó, "Libia quiere la gloria, Libia quiere estar en el pináculo, en el pináculo del mundo". "Soy un combatiente, un revolucionario de las carpas… Al final moriré como un mártir", vociferó. El líder libio también pidió a sus simpatizantes que le arrebaten las calles a sus opositores.
Gadafi, el líder árabe con más tiempo en el poder, también apareció brevemente por televisión el martes por la mañana para disipar los rumores de que había huido. Sentado en un auto frente a la que parecía ser su residencia y asomado bajo un paraguas por la puerta del pasajero, dijo a un entrevistador que había querido ir a la Plaza Verde de la capital para dirigirse a sus partidarios, pero que la lluvia se lo impidió.
"Estoy aquí para demostrar que estoy en Trípoli y no en Venezuela. No crean a esos perros de las emisoras mentirosas", dijo Gadafi en alusión a los informes de prensa de que había abandonado el país. La escena y las declaraciones duraron menos de un minuto, algo inusual para el temperamental líder, conocido por sus discursos llenos de divagaciones que a veces duran horas.
El líder libio habló luego que testigos dijeron que los cuerpos de manifestantes muertos a tiros por fuerzas leales al gobierno libio quedaron abandonados en las calles de un barrio de la capital el martes.
La extensión de los disturbios a la capital tras una semana de protestas y cruentos enfrentamientos en las ciudades del este revela una fuerte agudización de la crisis. Las fuerzas de seguridad desataron la represión más fuerte de cualquier país árabe tras la ola de protestas que barre la región y ha provocado la caída de los gobiernos tunecino y Egipcio.
La Alta Comisión de la ONU por los Derechos Humanos dijo que, de acuerdo con fuentes del país, la represión había causado más de 250 muertos y centenares de heridos. La organización Human Rights Watch, con sede en Nueva York, dijo que los muertos sumaban ya 233. Era imposible precisar la cifra debido a la dificultad para tener acceso a la información.
La titular de la ACNUDH, Navi Pillay, reclamó una investigación y dijo que los ataques sistemáticos a la población civil "podrían constituir delitos de lesa humanidad".
Líderes mundiales expresaron indignación. La secretaria de Estado norteamericana Hillary Rodham Clinton pidió a Gadafi que detenga el "derramamiento de sangre inaceptable" y dijo que el mundo seguía los sucesos "con consternación".
Mohamed Alí, miembro del Frente de Salvación Libio y un vecino de Trípoli que habló bajo la condición de anonimato por miedo a las represalias, dijeron que había decenas de cuerpos en las calles de Fashloum, donde los gadafistas abrieron fuego la noche anterior.
Alí, quien habló desde Dubai y el vecino dijeron que los gadafistas dispararon contra ambulancias y que algunos heridos murieron desangrados en las calles.
Ambos dijeron que los habitantes de la capital permanecían en sus casas el martes, después de la advertencia de los gadafistas de que dispararían contra cualquiera que saliese a la calle. La prensa occidental en general tiene vedado el ingreso al país y no fue posible obtener una confirmación independiente de los informes.
Milicianos gadafistas recorrían las calles con altoparlantes y advertían a la gente que no saliera de sus casas, dijeron testigos, mientras las fuerzas de seguridad trataban de impedir que el malestar que comenzó en el este del país —y dejó a Bengasi, la segunda ciudad de país, bajo control de los manifestantes— se apoderara de la capital de 2 millones de habitantes.