Mi impresión es que, después del lanzamiento del Plan Decenal, lo mejor que ha acontecido en la educación dominicana ha sido la disposición del Ministerio de Educación a emprender cambios en búsqueda de una recomposición de los estándares de calidad. Al menos es la idea que me he formado por el conocimiento de acciones que se toman en la actualidad.
Dentro de las tareas emprendidas desde la llegada de Melanio Paredes como ministro, creo que se deben destacar las labores orientadas a mejorar el currículo en el primer ciclo de la Educación Básica y la ulterior confección de libros de texto oficialespara los cursos de ese nivel.
Tal vez a consecuencia del impulso del Plan Decenal, desde hace cerca de dos décadas se asiste a una mejoría de la calidad de los libros de texto, en buena medida como resultado del ingreso al país de editoras educativas que operan en países de lengua española. Pero la existencia de estos libros no está exenta de problemas.
En primer término los libros de esas editoriales no están al alcance de los sectores más desfavorecidos a causa de sus elevados precios. Un segundo punto es que, en muchos aspectos, están concebidos para alumnos de sectores medios y altos.
Por ello se impone seguir la pauta trazada por la gestión de Jacqueline Malagón, de que el Estado elabore sus propios textos, con el fin de que materiales educativos de calidad lleguen a todos los niños. Pero aún más que eso, el Estado debe asumir una tarea rectora en la elaboración de los libros de texto, dada su importancia para el desarrollo de la comunidad nacional. Y ese papel rector no tiene que asumirse en contra del sector privado de las editoras, sino en concordancia con él, pero desde una perspectiva obligada de servicio a toda la población y de formulación de las macropolíticas necesarias para el sector
educativo.
Cuando propongo la elaboración de textos del sector público no hago referencia solamente al Estado, puesto que debe estar presupuesta la participación de instancias de la sociedad por diversos medios. No está de más en insistir en que la elaboración del currículo y de los libros debe estar al margen de cualquier interés particular o corporativo, sea en el ámbito político, religioso, social o cultural. El Estado y las instancias que lo vinculan a la sociedad deben propiciar un consenso activo de la sociedad alrededor de objetivos válidos y comunes, de niveles de conocimientos deseables, de valores a difundir como parte
nodal de la educación y de los procedimientos para el logro de ese conjunto de objetivos.
Es preciso insistir en que, aun en el mejor escenario de elaboración de los libros de texto, estos tienen que acompañarse por un conjunto de acciones. En tal sentido, aprecio la perspectiva actual, impulsada por el ministro Melanio Paredes.
Los libros de texto integrados están concebidos como parte de un conjunto de recursos informativos y pedagógicos, que incluyen bibliotecas en las escuelas, producción de otros materiales escritos y videos, acceso a la red de Internet, consulta de otros libros de texto y actividades diversas dentro y fuera de la escuela. No menos importante es que el maestro tenga a su disposición un conjunto de recursos para mejorar su desempeño, como guías para su trabajo en el aula, libros de consulta que incrementen sus conocimientos, diccionarios, textos pedagógicos especializados y los procesos de formación continua que les permitan integrar los avances conceptuales y pedagógicos y usar los recursos arriba indicados en su práctica cotidiana.
En esa línea de trabajo, con independencia del conocimiento de la concepción enunciada en el Ministerio de Educación, el personal del Departamento de Investigación y Divulgación del Archivo General de la Nación fue comisionado para contribuir al acceso a materiales complementarios para maestros y alumnos en el área de Historia.
El principal producto hasta ahora ha sido la revista Memorias de Quisqueya, de la cual han aparecido cinco números, con tiradas de 25,000 ejemplares, con el fin de que lleguen al menos contadas copias a todos los centros educativos del país. Se ha concebido también la edición masiva de diversos tipos de textos breves de valor intelectual histórico, que contribuyan al conocimiento de episodios de nuestra historia y al desarrollo de valores patrióticos.
Hasta ahora los materiales, agrupados en la Colección Juvenil, se han circunscrito a tiradas pequeñas por falta de recursos. Por la misma razón, en el presente se ha tenido que paralizar a Memorias de Quisqueya, aunque se espera que sea por poco tiempo. Estimo que esta experiencia del Archivo, aunque parcial y circunscrita a la Historia, debe ser parte del esfuerzo de un conjunto amplio de instituciones que produzcan materiales pedagógicos en sus ámbitos de trabajo. Universidades, institutos especializados en áreas del saber, academias científicas e instituciones culturales debieran formar parte de tal esfuerzo.
La trascendencia del libro de texto estriba en que él se torne un eje alrededor del cual giren medios, recursos y perspectivas múltiples y plurales, que permitan contribuir al desarrollo de sujetos con conocimientos a la altura de los tiempos, capaces de seguir aprendiendo durante el resto de su vida, dotados de una perspectiva de crítica social y cultural, con disposición al compromiso, individual y colectivo, con la suerte de la comunidad nacional.