Las sinfonías de Anton Bruckner, en el Barbican londinense

Londres.- Anton Bruckner es un compositor al que no se escucha en la capital británica con la frecuencia de otros de sus contemporáneos, algo a lo que ahora trata de poner remedio el Barbican Centre, que ha programado una serie de sus sinfonías aunque sea de forma muy espaciada en lugar de como ciclo.

Simon Rattle, al que ya se pudo escuchar recientemente en la misma sala al frente de la orquesta de la que es titular, la Filarmónica de Berlín, con la cuarta de Mahler, volvió la pasada noche al frente de la London Symphon Orchestra con un programa que juntaba a Bruckner y otro compositor y también espíritu religioso: el francés Olivier Messiaen.

Fue una interpretación tremenda, la titulada "Et exspecto resurrectionem mortuorum" (1964), la de Messiaen (1908-92) escogida por el maestro británico: una obra de extrañas y violentas sonoridades en la que la orquesta prescinde totalmente de las cuerdas y se limita al viento y a una percusión ampliada con gongs, campanas y otros instrumentos típicos de la música hindú.

Si algo la une a la mucho más clásica de Bruckner es, junto a su inspiración profundamente católica romana, su construcción a base de grandes bloques, tal vez también por su condición de organista, compartida con el austríaco, aunque su mundo sonoro, de influencias asiáticas e incluso de la antigua Grecia esté muy distante del de este último.

Completó el programa una ejecución impresionante de la Novena Sinfonía de Bruckner (1824-1896), obra en la que el músico austríaco trabajó durante nueve años, que dedicó al "querido Dios", como había dedicado otras obras anteriores a su admirado Richard Wagner o al longevo emperador Francisco José II, y que dejó inconclusa a su muerte.

Como ha señalado algún crítico, no hay ninguna obra completa de un músico, tal vez ni siquiera la de Johann Sebastian Bach, que esté henchida de tan profunda e ingenua religiosidad, de tanta pureza de corazón como la de Bruckner.

Sus sinfonías se han comparado a catedrales y hay quienes medio en broma han afirmado que en el fondo Bruckner escribió la misma sinfonía nueve veces.

Es cierto que, como señala el crítico Stephen Johnson, autor del libro "Bruckner Remembered", sus sinfonías obedecen casi siempre al mismo plano básico y que tienen similares características, pero lo mismo puede decirse de diversas catedrales góticas sin que uno pueda confundirlas.

Con sus tres movimientos orquestales, la Novena sorprende por su riqueza temática, sus rápidos cambios de dirección, los momentos en los que los fundamentos tonales parecen hundirse, y sus disonancias, sobre todo en el famoso scherzo, que parecen prefigurar a Bela Bartók o incluso al ruso Shostakovich.

A Rattle, que como es habitual en él dirige de memoria incluso obras tan monumentales, seguirán otros directores en esta y la próxima temporada siempre al frente de la London Symphony: Barnard Haitink, que interpretará la Cuarta en junio y la Séptima en junio del próximo año, Daniel Harding, que dirigirá la sexta en abril también de 2012. EFE

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