Se paró en una esquina del cuadrilátero, señaló a la lona delante de él y le gritó a Miguel Cotto para que se parara en ese lugar e intercambiara golpes. Cotto hizo una pausa, se tomó su tiempo, y luego avanzó, descargando una ráfaga de golpes antes de volver a salir del alcance de su rival. Nuevamente, Mayorga entró en erupción. Nuevamente, Cotto repitió su movimiento. Para cuando la secuencia había acabado, Mayorga había exhortado tres veces a su rival para que se le acercara y las tres veces, el campeón puertorriqueño había respondido al desafío en sus propios términos, infligido el daño deseado, evitado las respuestas y sumado otro round a su tarjeta.
Durante los últimos años, Cotto ha peleado de forma consistente con rivales de alto nivel, quizás más que cualquier otro boxeador. Como consecuencia, ha sufrido el desgaste de dichas guerras, incluso en las ocasiones en las que ha salido victorioso. Con la expectativa de tomar una revancha en el verano ante Antonio Margarito, uno de los dos hombres más responsables de haber infligido dicho desgaste, fácilmente se le perdonó hacer una pelea más suave como preparación.
Pero Mayorga era potencialmente lo más duro que podía encontrarse dentro de lo suave. Seguro, estaba lejos de sus mejores años y de su última victoria significativamente. Concedido, es crudo en su estilo de boxeo así como en su manera de actuar. Pero el hombre sabe pegar, y las locas maneras de lanzar golpes hacía más probable que algunos de esos raros puñetazos terminaran encontrando destino.
Definitivamente, Mayorga tuvo sus momentos, especialmente en el séptimo round, cuando lanzó golpes tras golpe en su tradicional manera, no en combinación sino estableciendo un golpe atrás de otro, lanzado de lleno en busca del éxito. Los suficientes cayeron sobre Cotto, por primera vez en la pelea, y exhibieron los primeros signos de posible vulnerabilidad.
Pero al final del asalto, el pegador pareció sentir más el round que el golpeado. En el siguiente asalto, Cotto una vez más tomó el control, la posición en la que estuvo en la mayor parte de la pelea. Su defensa — mano derecha arriba, cabeza y hombros listos para evadir la peor artillería — combinada con una ofensiva pacientemente construída le aseguraron a Cotto ganar ocho de los 11 rounds en las tres tarjetas oficiales antes del asalto final.
Luego, cuando parecía que la pelea estaba destinada a terminar en una victoria por decisión unánime, un gancho izquierdo explotó en la mandíbula de Mayorga, con su fuerza magnificada por el hecho que el nicaragüense, en su estilo, intentaba lanzar su propio puñetazo. Mayorga sintió el golpe, sacó sus manos hacia fuera como incapaz de comprender lo que estaba pasando, y luego cayó en una rodilla. La pelea estaba terminada en ese punto, aunque se necesitaron unos segundos más y un posterior fusilamiento para ponerle la frutilla a la pelea y asegurar la victoria.