Diálogo con el sacerdote Juan Luis Lorda.
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Néstor.-¿Qué influye para que la conciencia acierte?
Lorda: La valoración sobre lo que hay que hacer, es decir el juicio de la conciencia, depende mucho de los conocimientos morales que se tengan; es decir del conocimiento acerca de los cuales son los bienes de deberes; de la medida y el orden en que hay que querer los distintos; y sobre el cual debe ser el orden de los amores.
Hay un conocimiento espontáneo de lo que es ordenado o desordenado, bueno o malo. En principio la acción buena se nos presenta como bella y la mala como repugnante. Todos los hombres normales sienten aprobación por la persona que se sacrifica y cumple con su deber, y repugnancia ante actos como el asesinato, el robo o la mentira. Quizá no sabrían explicarlo; pero todos se dan cuenta espontáneamente de que es malo incumplir una promesa. (Faltar a un deber), robar (hacer daño a un bien del prójimo), emborracharse (faltar a la medida en que se quiere un bien), o ser egoísta.
Pero esta aprobación o repugnancia depende mucho de que se capte instintivamente el orden o el desorden de la acción.
Es decir depende de que efectivamente parezca feo el mal y bello el bien. Si las acciones están disfrazadas el sentido moral natural puede equivocarse.
Una plaga como el aborto, que consiste en algo tan antinatural y tan horrible como asesinar al propio hijo indefenso, se extiende muchas veces por la presión social y por el sencillo hecho de que mucho no han visto nunca como se hace. No han visto cuerpos destrozados, ni casa de horror, ni quemaduras.
Basta contemplarlos una vez y tener un mínimo de sensibilidad para caer en la cuenta de que es una atrocidad. Por eso precisamente, se tiende a ocultar el horror de esta práctica, disfrazando la realidad; así el sentido moral natural no reacciona: no es lo mismo hablar, por ejemplo, de interrupción voluntaria del embarazo que de matar o asesinar a la criatura no nacida. En el primer caso, la realidad queda disfrazada y distante.
Para que la conciencia juzgue espontáneamente bien tiene que ponerse claramente ante los hechos y tiene que intuir el orden de bienes y deberes que está en juego. Porque puede suceder que tengamos un conocimiento suficiente de los hechos pero que se nos escapes lo que está en juego.
La valoración social ejerce sobre cada persona un influjo muy grande y que modifica muchas veces el sentido natural de lo que es bueno o malo. Los hombres somos seres sociales y nos resulta muy difícil liberarnos de una presión que suele ser inconsciente. Todos los hombres de una época son parecidos: tienden a pensar, vestir y comportarse de un modo semejante; y tienden a valorar las cosas de la misma manera.. con los mismos acentos, con los mismos prejuicios. Esto prueba la enorme influencia que el ambiente ejerce sobre los individuos.
Según vemos, el sentido moral natural nos indica espontáneamente lo que es bueno o malo, pero sólo, cuando percibimos con claridad la razón del bien o del mal. Hay muchas circunstancias en que esto no es tan fácil. El juicio de la conciencia es muy delicado: depende mucho de la educación delicada. Para juzgar bien necesita tener principios y necesita conocer con profundidad el sentido natural de los distintos actos humanos: es decir, qué bienes y deberes entran en juego.
Continuaremos
El autor es vicealmirante retirado de la Marina de Guerra