El tiempo, ese implacable señor de barbas largas, ha demostrado que la “anorexia” o aletargamiento de soluciones ante grandes problemas, sólo consigue agudizar sus consecuencias.
Durante su viaje por América Latina, Barack Obama prometió duplicar los fondos que se serán invertidos en la lucha contra el narcotráfico, cuyo mejor cliente ha sido durante lustros la poderosa nación que el preside y los esfuerzos por acabar con el tráfico ilícito de drogas han sido seriamente criticados por
expertos.
En medio de situaciones de hambre, alza de precios de alimentos esenciales, fenómenos naturales y otros grandes peligros que vive la humanidad, la mirada temerosa de millones de hombres y mujeres están puestas en la violencia que desata el narcotráfico a su paso.
Las causas profundas de la violencia, que tienen que ver con la falta de oportunidades se agudiza y, consecuentemente, igual ocurre con la debilidad de las instituciones de justicia y policiales, desde cuyo seno han proliferado corrupciones y alarmantes actos delictivos.
Por más dinero que EE UU ponga sobre el tapete, ahora que el monstruo es grande y poderoso, habrá que atacar ante todo las raíces, fortalecidas por mucho tiempo en un cieno donde proliferan mafias, carteles y los estados no pueden
controlar el crimen organizado.
Pero, no sólo es América Latina responsable de la proliferación y desarrollo de la violencia, en otras regiones del mundo los acontecimientos son verdaderamente preocupantes. ¿Qué se espera que cambie en la América nuestra tras la visita de Obama?
Especialistas opinan que algunos de los tratados de Libre Comercio puedan ser apoyados por el Congreso norteamericano y quizás se logre un tanto el control de ventas de armamentos que tienen a México bañado en sangre.
Muchas cuestiones deben priorizarse, la región siempre ha vivido en condiciones de una ausencia de paridad y respeto. Indiscutiblemente, nunca habrá una relación igualitaria entre los países latinoamericanos y los Estados Unidos; pero, los tiempos son otros. Es cierto que la visita del presidente norteamericano puede tener muchas interpretaciones, pero lo principal es sacar, cada quien, desde sus raíces, sus propias conclusiones.