Lo advertí días antes de que se celebraran las primarias en el Partido Revolucionario Dominicano: con ese menjurje de un padrón que ni es abierto ni cerrado, ese partido no estaba en condiciones de realizar unas votaciones con resultados convincentes.
¿Y por qué si en primarias anteriores ese padrón operó sin desatar crisis, ahora estaba llamado a empañar resultados?
Porque al emplearse en la primera de las convenciones presidenciales ganadas por Hipólito Mejía, su margen de victoria fue tan amplio que despejaba cuestionamientos, y en la segunda que ganó cuando impuso la reelección no tuvo competencia, y porque bastante holgado fue el margen de las primarias en las que Vargas Maldonado venció a Milagros Ortiz Bosch; pero en una escogencia de porcentaje estrecho, ese padrón exhibiría sus debilidades.
Era absurdo que los miembros de la comisión organizadora dieran por depurado el padrón al informar que habían excluido 507 mil peledeístas y reformistas, porque esas separaciones se hacían del padrón general de electores de la Junta Central Electoral. ¿507 mil son el universo de los peledeístas y reformistas?
Si el padrón del PLD anda por los 2.3 millones y el de los reformistas debe rondar los 200 mil, ¿cómo serían depurados los más de 2.5 millones de peledeístas y reformistas hábiles para acudir a los centros de votaciones del PRD? El método de depuración era risible: el ojo por ciento.
El delegado le miraba la cara al elector y si le parecía infiltrado, lo ponía a votar observado, con el agravante de que los centros no estarían en la misma mesa, donde un delegado veterano puede conocer a muchos votantes, sino que los más de trece mil centros de votación se concentraron en tres mil, es decir que gente de decenas de barrios votaba en un mismo centro, lo que ampliaba el margen de desconocimiento.
Como el PRD no se ha tomado la tarea de organizar un padrón, pretende tenerlo descontando del listado de la JCE los que aparecen en otro partido, pero no puede lograr ese objetivo porque el PLD, que ha realizado el levantamiento de campo para conocer a sus electores y a los ajenos, no va a poner sus herramientas en manos del partido con el que antagoniza.
Otra de las cosas que ha complicado el proceso del PRD ha sido la sobreactuación de su comisión electoral, que debió limitarse a contar, ofrecer datos preliminares y rendir un informe a los organismos correspondientes, pero se tomó potestades como la proclamación y las convocatorias para las que no tiene aval estatutario.
Esa comisión se ha visto en aprietos, además, cuando se le ha requerido algo no puede presentar, sin que se evidencie que exageró al hablar de la participación de más de un millón de electores.
Resulta que el PRD, barrido en las elecciones del 2010 en las que no pudo conservar ni un senador, moviliza más gente que el PLD, al que las encuestas ubican como principal fuerza electoral del país. Hubo pueblos como Higüey, donde los votos en las primarias del PRD, duplican los que ese partido alcanzó en el 2010, o La Romana, donde muestra un arrastre muy lejano al de las urnas reales.