“Presidente, no me deje morir sin una casita”

“Las tormentas se llevaron mi casita y desde entonces estoy viviendo en un ranchito. Presidente no me deje morir sin una casita”, fueron las palabras de la señora Santa Encarnación, quien vive en una casucha en el mismo lugar donde las tormentas Noel y Olga se enseñaron contra la población y arrasaron con todo lo que encontraron a su paso.

Un panorama calamitoso se observa en la paupérrima vivienda de la señora Encarnación, ubicada en el barrio San Rafael de la provincia San José de Ocoa: con paredes de palos y lodo, techo de zinc, piso de cemento y una puerta casi cayéndose.

Con voz cansada, la casi octogenaria mujer narra que cuando llueve o hace mucha brisa tiene que salir del rancho, construido en un espacio de diez metros y con un sanitario levantado con pedazos de hojalata, palos y todo tipo de material inservible que pudieron encontrar.

"La casita", con una instalación eléctrica inadecuada, está justamente debajo de un encache de grandes piedras, que cuando llueve o hace mucha brisa se desprenden, amenazando  la vida de los que viven en el lugar, donde no hay agua y mucho menos seguridad.
 
“Mis trapitos tengo que colgarlos encima de la cama, porque no tengo ningún espacio más dónde ponerlos”, continúa doña María su relato y agrega: “aún espero que el gobierno cumpla su promesa de darnos apartamentos para poder salir de esta miseria, porque de lo contrario, tendré que morir así".

En el barrio donde vive la señora Encarnación quedan unas diez familias y todas esperan porque el presidente Leonel Fernández cumpla su promesa de campaña de reubicarlos en un lugar más adecuado y sin peligros.

“Ya yo no puedo trabajar y mis hijos no tienen dinero para pagarme una casa en la ciudad, porque no tienen trabajo; esto aquí no está fácil, a veces no se encuentra ni para comer”, concluye con voz muy cansada.

Doña Santa, quien pidió la intervención de la primera Dama, Margarita Cedeño de Fernández en su caso, vive a metros del cauce del Arroyo Rafael, el cual arrasó con más de 30 viviendas en el año 2007, cuando las tormentas Noel y Olga acabaron con la agricultura y la ganadería de la empobrecida zona.

Visiblemente acongojada, esta humilde mujer respondió las preguntas del equipo de DominicanosHoy.com, diciendo que nadie le ha puesto caso a sus reclamos y no quiere un día quedarse a la intemperie. “Parece que me voy a morir sin una casita…”,  dijo finalmente, como suspendida en el tiempo y el silencio.

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