Palabras que acusan (III) Final

No faltó la crítica a los medios de comunicación y a los comunicadores en el Sermón de las Siete Palabras del pasado viernes santo, donde diáconos y sacerdotes interpretaron lo dicho por Cristo Jesús en la cruz, en analogía con las realidades políticas, económicas y sociales que vive República Dominicana.
Del “auténtico ejercicio libre de ese desempeño social” hablaron los religiosos, en relación con el oficio que los y las periodistas desarrollan, del cual aseguraron que: “La autocensura domina  a no pocos creadores de opinión cuando se trata de afectar los intereses de grupos económicos que se comportan como verdaderos dueños del país”.

Cercanos o no a la conciencia de cada cual, resulta propicio el examen de cuánto se cumple con esa libertad de expresión y de prensa y si es cierto o no “que  un solo grupo económico desborda de publicidad casi todos los medios, mientras las empresas de servicios de telecomunicaciones y bancarias hacen perder a los ciudadanos  en una maraña de tecnicismos que utilizan en los contratos que suscriben para algunos servicios y terminan sintiéndose burlados y estafados”.

Porque nada puede ser ajeno a quienes utilizamos como herramienta la palabra, esa que en el decir del poeta “no tiene hospitales / que le curen el mundo"; porque paradójicamente- parafraseo-: se estrujan y retuercen hasta convertirse en otras, “formadas por varias, con un significado múltiple”…sin claridad para las mayorías que tanto precisan de ellas, aún sin saber cómo emplearlas en toda su magnitud, pero con el saber innato de “que la palabra es la única capaz de iluminar los tiempos”.

Desde el púlpito eclesiástico, los enfoques sobre la pasión y muerte de Jesús resultaron fuente de extrapolación para la situación que vive la nación dominicana en los días actuales, ¿es esta una nueva crucifixión de Jesús debido a la realidad que se agudiza: “por la ambición, la avaricia, por el abandono de tantos niños y jóvenes que no tienen acceso a la educación y porque no se destinan los recursos necesarios para las escuelas”.

Valen las palabras de un lector que trascribo textuales: “Sed en sentidos opuestos; la de los que claman por el bien y la justicia, versus la sed rampante que se ejercita malversando los bienes ajenos sagrados que se les encomendaron administrar”.

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