Los corruptos, almas viciosas, se hacen millonarios, causan males sociales sin límites y son protegidos por la diosa impunidad.
La Cámara de Cuentas informa que 55 ayuntamientos actúan como decía papá “como chivo sin ley”, el que nada le importa, hace lo que le viene en gana y nada le sucede.
No rendir cuenta sobre la ejecución del presupuesto es una acción delictiva, lo peor es que no le ven la cara al juez y los papeles con sus verdades van al archivo de los intocables. Sigue la fiesta de corrupción y los municipios de mal en peor. Esa es su democracia.
Haciendo el mal son felices, no conciben que toda acción perversa violatoria a la ley siempre deja una señal. Un corrupto carga las heridas espirituales que a la larga enferman, son acciones que no causan daño físico, pero si ponen el sello de la mala conducta, mancha imborrable.
La madre de Goethe le dijo a su hijo. “Haz que tus pasos en este mundo sean como sobre la nieve, que dejan rastros pero no ensucian”.
El desacato indica que están hambrientos de lo ajeno, con alma seca, sin la fuerza del amor como un bien. Actúan apegados a lo pasajero, bienestar funesto esclavizador. Cuando la moral no manda se pierde la vida.
El mal de la avaricia es el vicio del hombre que ama con perversidad el dinero olvidando lo justo que es superior a todo. Y cuando tiene riqueza enferma el espíritu con el vicio de la jactancia, cae en el amor desordenado de querer ser admirado, alabado por los demás, despreciando la grandeza de la humildad, la sencillez de vida.
¿Cómo viven los que con el principio del propio provecho no respetan a los demás, la Constitución y leyes? Viven en el mal que no es buena vida, no hay plenitud, no están en la verdadera felicidad. Para mal de los dominicanos estos son los que administran el erario público. Con algunas excepciones unos pocos actúan de acuerdo a las buenas costumbres, arraigados en el ejercicio de los valores. Estos molestan, los apodan “daña puestos” y lo expulsan.
Cuando navego en el derrotero de la conducta humana se aparece el filósofo Antistenes con su sentencia: “El pueblo que no distingue los hombres buenos de los malos está perdido”.
El mal es causa de limitación de la inteligencia humana, no le indica que transita en la deshonestidad repudiada por la sociedad. El orden natural muestra que el corrupto no conoce la esencia de la vida, el amor a todo, comenzando por sí mismo y el prójimo.
La sociedad dominicana debe encender la antorcha de la honradez, una lucha interna, controlar las pasiones para no estar en el supremo mal. Cuando la pasión por lo ajeno domina se viola la Constitución, el peculado reina, se corrompe todo.
Lo malo está separado, lo bueno unido, lo que da bienestar. Ser feliz ejerciendo las malas costumbres, es un engaño a sí mismo, estar en el mal es contrario a la naturaleza. El malhechor traiciona todo, no tiene patria.
Duarte vive: Mientras no se escarmiente a los traidores como se debe, los buenos y verdaderos dominicanos serán siempre víctima de sus maquinaciones.
El autor es vicealmirante retirado de la Marina de Guerra.