En el último proceso electoral para elegir al actual presidente de la República, mayo de 2008, ninguno de los partidos ampliamente mayoritario, es decir, PLD y PRD, pudo conseguir el respaldo del Partido Reformista, que llevó como candidato presidencia al actual senador por la provincia de Higüey, Amable Aristy.
El desempeño electoral del reformismo fue tan pírrico, -no alcanzo el cinco por ciento-, que perdió el derecho a obtener recursos de campañas entregados por la Junta Central Electoral.
No creo que en la actual coyuntura, donde se enfrentarán Danilo Medina como aspirante presidencial del PLD e Hipólito Mejía como el candidato de la bancada perredeísta, alguien logre el respaldo reformista, pero estoy plenamente seguro de que la gran mayoría, mas del 90 por ciento de su dirigencia se irá con el candidato que las encuestas señalen como posible ganador.
En el 2008 el PLD ganó las elecciones en la primera vuelta, es decir, no necesitó al reformismo y el PRD la perdió en la primera vuelta, es decir, tampoco necesitó el respaldo reformista pues si lo hubiese obtenido habría perdido de toda forma.
El PLD lleva un buen candidato: Danilo Medina lo es en esencia.
Y como no se puede esperar el respaldo reformista, el PLD, como lo hizo en el 2008, tendrá que rascarse con sus propias uñas, fuertemente, quizás hasta sangrarse la piel.
Hipólito como candidato no es degradable, pero como persona sí porque la espuma del desorden se cierra detrás de él, y volverá a aparecer como símbolo de la perpetua ansia de su espíritu humano, que nunca conforme con haber creado un desorden irá siempre en busca de otro más distante.
Danilo, milagrosamente, representa un orden y una esperanza que palpitan en los deseos de nuestra quisqueyanía, pero los deseos del pueblo dominicano están estrechamente asociados a su libertad y a su goce. Por esa razón es importantísimo el que los estrategas peledeístas entiendan que ¨el orden es una virtud de la democracia¨ y que los quisqueyanos respaldaremos cualquier nivel de orden siempre y cuando no se nos afecte nuestra libertad y nuestro sagrado goce.
Hipólito Mejía es un jamón apetecible del mundo financiero, un mundo que cifra sus grandes ganancias en el gran caos. Ellos saben que Mejía no expondrá ninguna idea metódica y sintéticamente, ni sistematizándolas, sino en desorden, según ocurran a su imaginación, principalmente cuando se trate del mundo financiero, un mundo que a él lo agobia porque el dinero debe servir para sembrar yuca, cosa que odian los banqueros.
Danilo puede manejar la pasión metodizada dentro de cánones más severos y elegantes: bailar un buen merengue de vez en cuando, Hipólito sigue teniendo el impulso juvenil, todo lo que es desorden encantador de su mente no podrá convertirlo en serena maestría, en elevada pureza de la forma en consonancia con el espíritu y la economía global.