La muerte del jefe estuvo a cargo del mismo sector de clase que ha emprendido todos los procesos de la vida republicana, siempre con coraje y determinación, pero sin consistencia política para controlarlos.
Se trata de quienes tuvieron la gallardía de comunicarle a la corona española, 328 años después de haber estado sojuzgados, que habíamos tomado la firme decisión de autogobernarnos, pero que al mes de tal hazaña ya esa idea resultó aplastada con el concurso entusiasta de una población que recibiría con mayor expresión de júbilo al invasor Boyer y a sus tropas, que a la proclama de José Núñez de Cáceres.
La razón era sencilla, la acción patriótica de Núñez de Cáceres no tomó en cuenta los sentimientos de los criollos del montón, y sí los tomaba en cuenta la proclama del invasor que los liberaba de la esclavitud.
Los trinitarios no incurrieron en el mismo error de volver a proclamar una república sin reivindicaciones para el pueblo, porque aliados de piel oscura como los hermanos Puello, condicionaron su involucramiento en la gesta a la condición de que entre los puntos programáticos se incluyera el de nunca restablecer la esclavitud.
Saldó cuentas con Trujillo el mismo sector de clase que protagonizó la proclama de la Independencia del 27 de Febrero de 1844, que además de experimentar fragmentaciones en sí mismo, porque salvo el núcleo más cercano a Juan Pablo Duarte, la mayoría no querían independencia, querían desembarazarse de los haitianos y libertad para prosperar bajo cualquier otro tutelaje.
A pesar de todo lo que aportaron, no llegaron a conquistar el corazón de la mayoría de los pobladores, a los que les inspiró más confianza un mandón como Pedro Santana, tan parecido a todo lo que quería ser el dominicano de la época.
El trabajo de los que hicieron la Restauración fue más integrador. Contó con un elemento de cohesión que no tuvieron la Independencia Efímera y la de Duarte: el moreno dominicano entendía que dominio español era sinónimo de esclavitud, y tomó el machete para preservar su libertad.
Al jefe lo mataron los mismos que se asociaron a él, creyéndolo un patán para llevar a cabo la conspiración contra Horacio Vásquez, y que poco tiempo después llegarían al convencimiento de que cometieron un grave error, y le hicieron la contra, que no prosperó durante 30 años, porque se les hizo fuerte con el monopolio de la fuerza, y, además. porque se les convirtió en figura de gran arraigo popular.
Para quienes lo enfrentaron, era bestia implacable, para el pueblo que había padecido esclavitud y discriminación racial, que terminó con la pendejada de clubes de primera y salones donde no se permitía el ingreso de los negros, era el benefactor.
El plan político de los ajusticiadores fracasó no por la falla de los que tenían el compromiso de aplicarlo, sino porque jamás tuvo arraigo. Por eso en 1962 el antitrujillismo puro y simple fue rechazado en las urnas, y en su desempeño posterior, al aferrarse a los liderazgos de Joaquín Balaguer y de Juan Bosch, el pueblo evidenció que admiraba la hazaña la burguesía que complotó contra el jefe, pero que no la quería para gobernar.