El doctor Leonel Fernández Reyna, Presidente de la República, consolida la institucionalidad democrática sometiendo al Congreso un proyecto de ley que modifica la ley orgánica del Ministerio Público, dejando sin efecto la Policía Técnica Judicial (PTJ). No sólo eso, sino que golpea este engendro diabólico del crimen organizado.
Entre las motivaciones del mandatario están que la creación de la PTJ viola los artículos 255, 256, y 257 de la consensuada y moderna Constitución de la República.
En efecto, el artículo 255 dice: “la Policía Nacional es un cuerpo armado, técnico, profesional de naturaleza policial, bajo la autoridad del Presidente de la República, obediente al poder civil, apartidista y sin facultad, en ningún caso, para deliberar. La Policía Nacional tiene por misión: Salvaguardar la seguridad ciudadana; Prevenir y controlar los delitos; perseguir e investigar las infracciones penales, bajo la dirección legal de la autoridad competente; Mantener el orden público para proteger el libre ejercicio de los derechos de las personas y la convivencia pacífica de conformidad con la Constitución y las leyes”.
El artículo 256 expresa: “el ingreso, nombramiento, ascenso, retiro y demás aspectos del régimen de carrera policial de los miembros de la Policía Nacional se efectuará sin discriminación alguna, conforme a sus ley orgánica y leyes complementarias. Se prohíbe el reintegro de sus miembros, con excepción de los casos en los cuales el retiro o separación haya sido realizado en violación a la ley orgánica de la Policía Nacional, previa investigación y reconsideración del ministerio correspondiente, de conformidad con la ley”.
Artículo 257: “la jurisdicción policial sólo tiene competencia para conocer las infracciones policiales previstas en las leyes sobre la materia. La Policía Nacional tendrá un régimen disciplinario policial aplicable a aquellas faltas que no constituyan infracciones del régimen penal policial”.
La Constitución no deja duda, sino que es clara en lo pertinente de la formación de un cuerpo de “seguridad pública o de defensa permanente”.
Para esos fines el artículo 261 sentencia: “Cuerpos de seguridad pública o de defensa. El Congreso Nacional, a solicitud del presidente de la República, podrá disponer, cuidando así lo requiera el interés nacional, la formación de cuerpos de seguridad pública o de defensa permanente con integrantes de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional que estarán subordinados al ministerio o institución del ámbito de sus respectivas competencias en virtud de la ley. El sistema de inteligencia del Estado será regulado mediante ley”.
Así ordena y manda la Constitución que se actúe en lo referente de la policía, el orden público y la seguridad nacional. Que se sepa, el presidente Fernández Reyna ni auspició ni mandó a crear la PTJ. Este invento peligroso surge en los mismos litorales que de una manera alegre, al vapor y desconsiderada impusieron el Código Procesal Dominicano que está causando estragos por la impunidad imperante, donde jueces dejan en libertad a homicidas, violadores de menores, narcotraficantes, violadores de dinero, atracadores, traficantes de seres humanos, falsificadores y delincuentes.
Insisto -el crimen organizado es silencioso, invisible y poderoso cuya máxima consiste en tratar de desprestigiar a las autoridades, permear, corromper y a los que no corrompen, los asesinan-.
El plan se inicia con el Código Procesal Dominicano, luego de una campaña mediática contra la policía por actos indecorosos de algunos miembros, no de la institución, y ahora pusieron en marcha la PTJ. Por suerte, voces como la del jefe de la Policía Nacional, Mayor General José Armando Polanco Gómez, el ex de la policía y asesor policial del presidente Fernández Reyna, el general Bernardo Santana Páez, quien escribe y otras personalidades, les salieron al frente a esta trama criminal multinacional de la PTJ que ha fracasado donde opera y México es el mejor ejemplo de lo que sucede cuando este organismo existe: aumenta los crímenes y el narcotráfico.
Bien hecho presidente Fernández Reyna, así se actúa: con firmeza.
