Actuar ante la obesidad es posible

Actualmente, la obesidad afecta a 400 millones de personas, es decir, el 7% de la población mundial. Una proporción que, según las últimas previsiones, podría alcanzar el 12% en 2020. Aunque parece que la progresión del sobrepeso y la obesidad se ha frenado, los casos de obesidad severa (índice de masa corporal superior a 40) se han triplicado en 12 años.

El sobrepeso que no reacciona frente al régimen y pasa a ser una obesidad irreversible

Según Arnaud Basdevand, responsable del Departamento de Endocrinología-Diabetes-Metabolismo-Nutrición-Prevención vascular del hospital de la Pitié-Salpêtrière e París, la obesidad evoluciona en 3 fases:

Una fase inicial, en la que el aumento de peso puede ser controlado mediante un reequilibrio alimentario y un refuerzo de la actividad física;

Una fase de agravación y de transición a la cronicidad, con la aparición progresiva de complicaciones, como diabetes (relacionada en el 80% de los casos a la obesidad), afecciones cardiovasculares, enfermedades respiratorias o articulares…

Una fase de resistencia a los tratamientos tradicionales, que justificaría la cirugía bariátrica (balón gástrico, baipás, etc.).

Se puede considerar que la obesidad es una enfermedad del sistema de regulación de las reservas energéticas.
La obesidad en el origen de una inflamación crónica

Las células adiposas (adipocitos) no se conforman con almacenar grasa, sino que producen diversas sustancias como la leptina, que participa en la regulación del hambre y la saciedad, o la adiponectina, que contribuye en la combustión de las grasas por los músculos.

Pero cuando los kilos se acumulan, el tejido adiposo se estira en exceso. Los adipocitos, anormalmente llenos de grasas, atraen los macrófagos, glóbulos blancos «basureros» que las eliminan. Poco a poco, se instalan otros glóbulos blancos (linfocitos), perturbando las secreciones de leptina y adiponectina e instaurando un estado inflamatorio crónico. Algunos compuestos proinflamatorios se esparcen por el organismo y facilitan el desarrollo de complicaciones, como las enfermedades del hígado (esteatosis hepática). Por último, las grandes obesidades pueden ir acompañadas de una fibrosis del tejido adiposo: el desarrollo de fibras de colágeno que rodean y aprisionan los adipocitos, y refuerzan todavía más la resistencia al adelgazamiento.
Cuando el entorno es «obesógeno», ¡la voluntad no es suficiente!

Durante años, los médicos han afirmado de buena fe a sus pacientes obesos que bastaba con tener voluntad para seguir un régimen para solventar el problema. Pero las últimas investigaciones demuestran que no es tan sencillo. Sylvie Benkemoun, psicóloga clínica de la asociación Allegro Fortissimo, afirma que «algunos médicos siguen pensando que todos podemos perder peso. Y muchos pacientes esperan encontrar la solución milagro con cada nuevo especialista que visitan.

¿Nos obsesionamos con el comportamiento individual o la obesidad es una enfermedad social? Esta pregunta crea debate y es el centro de las estrategias preventivas. Los estudios demuestran que la obesidad es multifactorial. La predisposición innata (genética) o adquirida (por ejemplo durante la vida intrauterina) explican por qué la vulnerabilidad de cada uno varía frente a un ambiente «obesogénico».

Nuestro modo de vida en el aumento de peso. La omnipresencia de alimentos y la presión publicitaria incitan a comer más allá de las necesidades y el hambre. Además, la industrialización alimentaria ha provocado el aumento de las porciones (tabletas de chocolate grandes, hamburguesas XXL, helados formato «magnum») y la densidad calórica de los alimentos (concentrados en grasa y/o en azúcares). El equilibrio energético se desestabiliza con el sedentarismo. La urbanización, la evolución de las profesiones y el ocio, e incluso la posibilidad de calentar la casa, respaldan una reducción de los gastos.
La solución está en la prevención

A pesar de que los especialistas conocen bien las anomalías del tejido adiposo engendradas por la obesidad, todavía no han dado en el clavo con los medicamentos para combatirla. De ahí la importancia de la prevención, que se debe empezar lo antes posible, antes de que se desarrolle la obesidad y, con más razón, si existe una predisposición en la familia.

Hay dos ejes básicos y complementarios: la alimentación (comer de forma equilibrada, hacer 3 o 4 comidas al día en un horario regular, priorizar los alimentos ricos en fibras…) y la actividad física (al menos una media de 30 minutos al día, tanto si es caminando como practicando deporte).

Si se tiene la impresión de que se gana peso con facilidad, o si se tienen que perder algunos kilos, es aconsejable consultar a un profesional de la salud, médico o dietista. Pero nunca debemos lanzarnos a seguir la última dieta que esté de moda, ya que, según los estudios de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN), los regímenes restrictivos tienen carencias y, además, producen una recuperación del peso en el 85% de los casos. Las dietas están prohibidas en los niños, pero es importante seguir la evolución de su curva del índice de masa corporal y consultar a un médico, si es necesario, para reequilibrar las comidas. Por último, si no se practica deporte, antes de empezar una disciplina es preferible consultar al médico y realizar un teste de esfuerzo.

Dado que el ambiente en el que vivimos es «obesogénico», los poderes públicos invierten en la prevención.

Desde el Ministerio de Sanidad, a través de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición se puso en marcha en 2005 la Estrategia NAOS (Estrategia para la Nutrición, Actividad Física y Prevención de la Obesidad)*, que promueve la iniciación a la actividad física y trata de sensibilizar a la población del problema que la obesidad representa para la salud. El programa pretende, sobre todo, facilitar el ejercicio cotidiano, mediante un aumento de la oferta de posibilidades, gracias al concurso de las colectividades territoriales, como la creación de recorridos pedestres o adaptados para circular en bicicleta, o la propuesta del Bicing del ayuntamiento de Barcelona, que pone bicicletas a disposición de los ciudadanos.

La Estrategia NAOS pretende servir como plataforma de todas las acciones que ayuden a la consecución de dicho objetivo, integrando los esfuerzos y la participación más amplia posible de todos los componentes de la sociedad, Administraciones Públicas, expertos en el tema, empresas del sector privado, consumidores, y toda la población. De este modo, los ámbitos y los campos de actuación e influencia de la Estrategia NAOS son múltiples: la familia, el entorno escolar, el mundo empresarial y el sistema sanitario.

Una de las medidas propuestas es la puesta en marcha del Código de autorregulación de la publicidad de alimentos dirigida a menores, prevención de la obesidad y salud (Código PAOS). Este código ha sido suscrito por las 35 mayores empresas alimentarias españolas, que representan más del 75% de la inversión publicitaria en el sector, y tiene como objetivo que la publicidad sobre alimentos dirigida a menores fomente estilos de vida saludable para prevenir la obesidad infantil.

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