Una dieta hipocalórica sin pasar hambre

¿Cómo defines tu método?
Es un tratamiento con terapia. Nuestro elemento fundamental es bajar las calorías a niveles no dañinos. Estas dietas, llevadas con los niveles de hidratación adecuados, son menos estresantes que una dieta de 1.400 ó 1.500 calorías que te genera ansiedad, ya que cuanto más comes, más hambre tienes.

¿Qué aspectos trabajas?
El área conductual, el conocimiento emocional y el análisis de los alimentos, no dividiéndolos en sanos o malos, sino en los que ‘me hacen bien’ o ‘me hacen mal’. Piensa que los que te crean ganas de más, aunque sean buenos, no te convienen.

Tus dietas hablan de ‘corte’, ‘medida’ y ‘distancia’. ¿A qué hacen referencia cada uno de estos tres pasos?
Es un triángulo donde todo tiene que ver. Primero, cuando estoy desbordado, tengo que hacer un ‘corte’ con todo: el estrés, la comida de más… y dar un paso atrás. Siempre midiendo la comida. Es aquí donde entra en juego ‘la medida’. Yo recomiendo poner la cantidad exacta en el plato ya que esto, junto con el número de calorías que ingerimos, sí que importa, y mucho. Por último, el trabajo mejora con la ‘distancia’: cuatro comidas por día (ni seis, ni siete, ni ocho); cuantas más veces coma, más me puedo equivocar.

¿Cómo personas que antes necesitaban comer muchísimo logran cortar radicalmente con esa necesidad y viven con 600 ó 700 calorías diarias?
Hay un trabajo intensivo inicial, reemplazar las calorías por el calor personal de la terapia. Los introducimos en el método y, poco a poco, les subimos las calorías. Si te interesa tu cuerpo, cambiarás la actitud; si no, seguirás comiendo.

Entonces, ¿hay que entrenarse para decir “no quiero más comida”?
¡Claro! Al principio parece mágico que con las pocas calorías que ingieren muchos pacientes digan “no gracias” ante cualquier comida, pues son alcohólicos del chocolate y drogadictos de la pizza. Hay que aprender a ser capaz de comer un trocito y quedarse con las ganas: decir “no” al siguiente.

¿Cómo se supera este enganche con la comida? Es como un lavado de cerebro…
Ayuda mucho el grupo. No por compartir penas, sino porque ves a otros como tú que pierden peso. Te cuentan sus experiencias, te preguntan cómo te sientes…

Visto así, ¿podemos decir que “muerto el perro se acabó la rabia”?
La solución está en la conducta. Todo tiene que ver: el alimento, la persona, el nivel de estrés… Se trata de un tratamiento vinculante. Es como una pareja que se lleva mal y, cuando se separa, tienen unas relaciones sentimentales estupendas, pero juntos no funcionan. Esto pasa con la comida.

¿Podemos ser adictos a la comida?
Vi que lo que me dice un obeso se parece mucho a lo que me dice un fumador crónico: “Puedo dejarlo cuando quiera” No se conocen gordos que engorden tomando la comida justa, algunos dicen: “Yo no como nada y engordo”. Mentira, comen más de lo que tienen que comer.

Con tan pocas calorías en el organismo la salud puede resentirse. En un cambio tan brusco, ¿qué ocurre con los niveles de hipoglucemia?
No es peligroso, esos niveles se regulan. Lo que sí es importante es que durante la dieta el ejercicio físico que hagamos sea moderado.

Seguir su método no está al alcance de todo el mundo, es caro y si el proceso es largo…
No lo es tanto, unos 450 euros al mes.

Qué hacer
Desayuno
Infusión y una rodaja de queso light.

Ejercicio
No se puede hacer mucho ya que, al principio de la dieta, se toman muy pocas calorías.

Comida
Una ración de verduras en un plato pequeño y una pechuga de pollo sin piel a la plancha, con muy poca sal.

Terapia
Hay que ir a la clínica y escuchar cómo se sienten los demás y lo que están consiguiendo.

Cena
Ensalada, del tamaño de un plato de postre, y media lata de atún natural.

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