Hace apenas unos días se conmemoró el Día Mundial Contra el Trabajo Infantil, “una silenciosa enfermedad que afecta a millones de niños alrededor del mundo” y que según cifras de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), unos 215 millones de niños trabajan alrededor del mundo, de los cuales 115 millones lo hacen en condiciones peligrosas.
En República Dominicana esta “silenciosa enfermedad” aflora a gritos desmedidos por calles, avenidas, pueblos, barrios…No hay duda que son las condiciones de pobreza las que provocan esta abyecta situación que, como serpiente venenosa muerde su cola y conlleva a generar mayor pobreza, tal y como plantean los especialistas “porque la educación es sacrificada en aras de un mísero ingreso, siendo la educación la herramienta esencial para salir de la pobreza”.
Hablamos de ignorancia y de lo que la OIT define: “peligroso y prejudicial para el bienestar físico, mental o moral del niño; interfiere con su escolarización puesto que les priva de la posibilidad de asistir a clases; les obliga a abandonar la escuela de forma prematura, o les exige combinar el estudio con un trabajo pesado y que consume mucho tiempo».
Los datos son harto elocuentes: “De los 115 millones de niños involucrados en trabajos peligrosos, 41 millones son niñas y 74 millones son niños. 53 millones tienen entre 5 y 14 años de edad y 62 millones entre 15 y 17 años”.
En el país se emplean las peores formas de trabajo infantil, que incluyen maltratos y explotación sexual. La presencia de una notable población de menores haitianos agudiza una situación que parece no tener fin, pese a ser repudiada por la mayoría de la sociedad.
Aunque el Estado dominicano es signatario de acuerdos internacionales a favor de la niñez, entre ellos la Convención sobre los Derechos del Niño, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1989, el Despacho de la Primera Dama y el Consejo Nacional de la Niñez, según datos de UNICEF, el país ocupa el tercer lugar de los países de América Latina que menos invierte en educación, salud y asistencia social. Siendo así, imposible frenar el mal.