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Envejecer: Dos opiniones y otras propuestas

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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¡Cumplí los sesenta años y estoy tan contenta porque ahora podré hacer lo que me viene en gana! Afirmó  la mujer profesional mientras un hombre trabajador se preguntó: ¿Qué hacer? Estoy  próximo a cumplir sesenta años, me siento mal como con andropausia, eso que nos afecta y limita en mis capacidades. Dos opiniones para enfrentarse a un cambio biológico de la vida, si la persona no muere antes: envejecer.

Se trata de cómo enfrentar el envejecimiento personal y las exigencias requeridas para  en su atención  social y estatal. “La humanidad tardó 10 mil años aproximadamente, en alcanzar la expectativa de vida de 74 años para los hombres y 78 para las mujeres.” Un tema de relevancia, también analizado entre las propuestas presentadas por concursantes en la primera convocatoria  de Ensayos de Investigación teórica-práctica, promovida por la Escuela de Gobierno & Gestión Pública  y el Instituto de Administración  Pública de Colima.

Más adelante se argumentan, demandas y servicios a instrumentarse desde las estructuras del Estado, la familia y las instituciones sociales,  para esas nuevas formas de vivir  a plenitud los  años agregados que se acompañan de deseos,  consumos, realizaciones personales, recibir ciertos  ingresos económicos que permitan los  cuidados familiares, terapéuticos y hasta médicos.

Las contradicciones sociales y personales continúan. Las legislaciones laborales  aún justifican la jubilación o la no contratación de personas de más edad, así cierran los ojos ante la experiencia acumulada  acompañada por la salud y la lucidez individual, en labores donde la fortaleza física no predomine, por ejemplo en la docencia, tan necesaria en niveles pre y universitarios.

Resulta significativo que, mientras se aprueban justas medidas locales para establecer ayudas económicas a personas de la tercera edad,  se limitan las posibilidades laborales que aportan a la seguridad social por las condiciones profesionales de pago por horas o normas que  hacen vulnerables el futuro de quienes trabajan en la adultez. Así “la proporción de pobres se incrementa de manera importante a partir de los 75 años, situación que se hace más notoria en el caso de las mujeres.”

En las palabras del hombre que  se acerca a los sesenta años, se aprecia  la incertidumbre ante un futuro cercano, que carece de los instrumentos sociales para disfrutar nuevas formas de vida plena, de acuerdo con sus condiciones mentales y físicas, sin comparaciones con otras etapas cronológicas de su existencia.

Las instituciones sociales no prevén  situaciones con la población masculina que arriba a los 60 años  y  mantiene prejuicios de los estereotipos aportados por la cultura patriarcal, donde disminuye la autoestima  ante los cambios físicos por edad o enfermedad  que, demandan otros  servicios, pues  él trabaja “en el sector informal sin perspectivas de jubilación y al mismo tiempo, todavía  es responsable de jóvenes estudiantes, nietas,  nietos y demás familiares”.

La mujer  profesional inmersa en la batalla contra la tradicional  discriminación, con optimismo reclama confianza y espacios, para establecer nuevas formas de vida con plenitud y al mismo tiempo, mantiene su actividad productiva o de servicios. En esta actitud se puede apreciar ciertos resultados de las gestiones de instituciones en beneficio de las mujeres, cursos, talleres, terapias, centros de protección contra la violencia, asociaciones y redes femeninas de ayuda.

Con su rápido incremento numérico, las personas mayores se hacen más visibles, como  novedoso protagonistas del cambio demográfico. La propuesta  de vida, por una sociedad  equitativa y justa para todas las edades, fue el objetivo del ensayo Hacia una mejor atención al envejecimiento social.

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