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Moral-El arte de vivir

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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Diálogo con el sacerdote Juan Luis Lorda
Debilidad Humana

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Néstor: El hombre es inclinado a la perfección, a mejorar, sin embargo comete errores. ¿Es la debilidad humana intrínseca de nuestra naturaleza?.

Lorda: Las morales aceptadas entre los seres humanos pueden diferir-aunque en el fondo no tan ampliamente como a menudo se afirma, pero todas ellas concuerdan en que prescribir una conducta que sus fieles no alcanzan a practicar. Todos los hombres están condenados por igual y esto no por códigos de ética ajenos, sino por sus propios códigos. Por tanto son conscientes de culpa. Todos los hombres somos pecadores, todos violamos nuestras convicciones morales; una vez y otra no hacemos el bien que sabemos deberíamos hacer y no evitamos el mal que sabemos deberíamos evitar.

Esto nos habla de uno de los misterios más desconcertantes de la psicología humana. El solo hecho de tener un código moral o un ideal de vida, no basta para vivirlo. No basta proponérselo aunque se haga con mucha convicción. Todo hombre acaba traicionando, poco o mucho, sus principios y sus ideales: nadie es completamente fiel; todos tenemos una quiebra, mayor o menor, entre lo que es y lo que debería ser. “Todos sentimos nuestra vida real- dice Ortega y Gasset-como una esencial deformación mayor o menor, de nuestra vida posible”.

Tenemos la experiencia habitual-fortísima-de nuestra libertad: Pensamos, decidimos no movernos, vamos donde queremos. Sin embargo, muchas veces nos proponemos algo que nos cuesta un poco y después no lo hacemos. Hay quien se propone con mucha fuerza dejar de fumar o llevar un régimen de comida, dedicar diariamente un tiempo a entrenarse, aprender idiomas o a cualquier otra actividad y después no lo cumple. Y esto nos pasa a todos y muchas veces. Y no se trata de que cambiemos. Sino que, sencillamente sin que sea fácil saber porqué, no hacemos lo que nos habíamos propuestos o lo que debíamos hacer.

No es que perdamos la libertad; es que parece  que no queremos que actúe del todo, como si no la dejáramos llegar hasta el final. Porque la experiencia no es que no podamos hacer lo que nos habíamos propuesto, sino, más bien, un oscuro no querer del todo, un echarse para atrás. Es un querer que se vacía de su fuerza original; o, cuando se trata de lo que no debíamos hacer, un no querer que  acaba siendo cómplice de la cesión. Pero no es una experiencia de ausencia de libertad. No es que no fuéramos libres.  Son, por así decir, experiencias libres de fracasos consentidos.

En realidad, quien fuma cuando se había propuesto no fumar no respeta el régimen de comida que había decidido guardar, sabe que se contradice libremente. Salvo casos patológicos de ausencia de voluntad, no es que no pueda cumplir. Libremente queremos contradecirnos. Es una experiencia de disgregación, de incoherencia, de quiebra interna. Esta es la experiencia de la debilidad humana. Es como si algo estuviera roto dentro de nosotros.

Esta es la debilidad humana, que no quita la libertad, pero la desconcierta. Es la debilidad de un ser que permanece libre. Por eso, Aunque todos los hombres somos débiles; unos se dejan arrastrar más y otros menos; unos reaccionan enseguida y otros no. Incluso, en la vida de una misma persona, se pueden suceder épocas de abandono, donde se cede mucho y todo va para abajo, y épocas donde se combate el abandono y se triunfa en algunas medidas, aunque nunca completamente. Continuaremos.

El autor es vicealmirante retirado de la Marina de Guerra.

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