Hay que señalar objetivamente, que desde que se avizoró la proximidad a la República Dominicana, de la quinta tormenta tropical que se forma en esta temporada de huracanes, Emily, el Centro de Operaciones de Emergencias (COE), desarrolló con acierto un abanico de medidas de alerta en toda la geografía Nacional, de manera que en cada rincón dominicano pudo conocerse cada paso preventivo que debía llevarse a cabo, para evitar daños mayores: comunicados, ruedas de prensa; sistemáticos partes meteorológicos; alertas rojas, verdes y amarillas, de acuerdo a las condiciones de cada provincia o localidad específica; los albergues oficiales a utilizar en caso de ser necesario e informaciones por parte de organismos e instituciones tan importantes como el Comité de Operaciones de Presas y Embalses, entre muchos otros.
No hay duda de que la labor de los organismos de socorro y sus constantes advertencias a la población, sobre todo a las personas residentes en zonas de alto riesgo, coadyuvó a proteger vidas humanas, por la constancia del llamado a que se mantuvieran atentas a las informaciones ofrecidas por las autoridades, de manera que se pudieran asumir medidas correctivas a tiempo.
Hay que recordar que el país, por su propio sitio geográfico es vulnerable a cada fenómeno natural que se forma en estos tiempos y aún, como ha sucedido con el caso de Emily, al alejarse deja a su paso una inestabilidad extraordinaria, ya sea por las lluvias registradas, los vientos y, en general, por las condiciones atmosféricas que redundan en malos tiempos.
En lo que va de temporada de huracanes en la cuenca atlántica (1 de junio hasta el próximo 30 de noviembre), se han formado cinco tormentas tropicales: “Arlene”, “Bret”, “Cindy”, “Don” y ahora “Emily”. Honrar, honra, dice el maestro y vale enaltecer la labor de quienes han impedido que males mayores sufra la sociedad dominicana con el paso de estos fenómenos atmosféricos, contra los cuales sólo se puede batallar: previendo y actuando.