En la campaña de Danilo Medina no hay tregua, se trabaja mañana, tarde y noche por alcanzar el objetivo de convertirlo en el próximo presidente de la República, para evitar el retroceso, corregir lo que ande mal, continuar lo bueno y hacer lo que nunca se ha hecho.
En esa campaña no toma asiento ni la subestimación del adversario ni el triunfalismo, aunque motivos sobren para la satisfacción y el gozo. En el prolongado trayecto en el que era censurado su ausentismo en las tribunas de opinión, Danilo agotaba una agenda imparable de reuniones con grupos de ciudadanos sin activa militancia partidaria de la que salió la base de apoyo que evidenció que era la figura aspirada por quienes procuran una sociedad que sea capaz de reinventarse.
Pero en política no todas las aguas se orientan al mismo tiempo hacia una misma corriente, y ese empuje que daban a Danilo los movimientos externos, fue contrapesado con las incertidumbres producidas en el PLD, que aunque se sabía que sería superada, tenían su impacto en el mercado de electores.
La campaña entonces pregonó firmeza, perseverancia, prudencia y fe, y hubo de ir saltando todos los obstáculos de la manera prevista, hasta lograr que más de un millón de peledeístas se involucraran en la elección de una candidatura que alcanzó el 87% de los sufragios, y generó el reconocimiento y respaldo de todos los aspirantes.
Sin embargo, ese proceso interno que de por sí dejaba clara la idea de que el PLD no había escogido un candidato presidencial, sino al próximo presidente de la República, se vio contrarestado por el efecto de un conjunto de medidas fiscales que debió tomar el gobierno para el mantenimiento del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, que equivalía a la preservación de la estabilidad macroeconómica y a recibir los recursos necesarios para la ejecución de las obras contempladas en el presupuesto del 2011.
Lo importante es que en medio de todas las tempestades, Danilo Medina lo único que ha hecho es crecer, mientras su adversario se reduce, y aunque el gobierno atravesó por un temporal desfavorable, ha entrado en una etapa que no puede ser de abundancia y prosperidad, por la crisis que vive el mundo, pero si de mejora sustancial de la labor gubernamental.
El presidente que les habló a los gaseros la semana pasada, es el gobernante que se requiere en una etapa de precariedades, el que no está dispuesto a transigir en la defensa de los que menos tienen.
Con un PLD en las calles monolíticamente unido, con los millares de ciudadanos sin partido que han visto una esperanza de cambio en el discurso de Danilo Medina, y con un gobierno cumpliendo con su rol, los dominicanos no vamos a caer en el desastre.
Lo que vienen proyectando los estudios realmente confiables es que los electores asocian a la figura de Danilo los mejores atributos para el ejercicio de un gobierno que transforme la educación, que conjure el desempleo y enfrente la miseria.
Sastrerías que ya han probado su descrédito en procesos recientes, podrán manipular todo lo que deseen en interés de alimentar la percepción con datos falseados, pero la realidad no la cambia nadie, el país quiere un hombre que porte ideas nuevas.
