Del gran Gandhi es el viejo refrán acerca de que la vida es como un espejo: nos miramos en los demás y nos vemos en ellos.
Ojalá no se cumpla esta sentencia en República Dominicana, sobre todo cuando los medios informativos internacionales hablan del incremento del número de homicidios en México, de un 23% en 2010 con relación al año anterior, según información preliminar divulgada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).
Si los mexicanos sufrieron en 2010, unos 24.374 homicidios, tanto violentos como accidentales, superior a 2009, ni hablar de este 2011, en el cual, a pesar de los esfuerzos, la mafia y el narcotráfico han dejado huellas sangrientas por muchas partes.
En República Dominicana aun hablamos con cierta timidez del crimen organizado; se piensa que está lejos de convertirse en algo similar a la hermana tierra azteca, donde, como señalan las fuentes consultadas se ha visto un “espiral de violencia en diversas zonas que ha sido atribuida al narcotráfico”.
En el país, la presencia de cárteles es ya una realidad y los casos de implicados en el tráfico ilícito y relacionados con la mafia del narco es también cierta.
La magnitud y la peligrosidad que envuelven el tráfico y consumo ilícito de drogas han convertido al país, a estas alturas, en verdadera puntera y las acciones preventivas apenas surten los efectos deseados.
Especialistas en el tema recomendaron desde hace tiempo “no dar la espalda a tan dolorosa realidad” y no utilizar verdades a medias. Se impone el apoyo con estrategias y tácticas muy definidas a la Dirección Nacional de Control de Drogas y al resto de las instituciones encargadas de enfrentar el flagelo, sin olvidar que la masa amorfa y sentenciosa del narcotráfico ha permeado duras paredes y penetrado hasta lo más íntimo en muchas de ellas.
La Matanza De Ojo De Agua, en Paya, Baní, en septiembre de 2008, fue sólo un detonante…el consumo se ha incrementado desde entonces significativamente, y mejor pensar que nunca nos veremos en el espejo mexicano.