Aún quedan en la memoria los más recientes recuerdos, antes de Irene, cuando la población dominicana vio pasar los efectos de la tormenta tropical Emily en el territorio nacional y la Oficina Nacional de Meteorología anunció que se sentirían, poco después, sus efectos, tales como: vientos fuertes, lluvias intensas y marejadas, entre otras.
Ahora, para quienes tienen conocimiento al respecto, y siguen de cerca estos pronósticos, la aparición de Irene significó zozobras e inquietudes lógicas, pues en este caso se trataba de la novena tormenta tropical convertida, en este caso, en huracán.
Sin embargo, otra vez pudo repetirse la frase popular: “aquí vive Dios”, o por lo menos descansa a menudo en esta nación, ya que las pruebas, por duras o menos que sean, significan verdaderas experiencias que vale la pena agradecer y asumir como aprendizaje.
Muchas tristes imágenes guarda la historia dominicana, de otras perturbaciones ciclónicas cuyas fuerzas provocaron pérdidas de viviendas e instalaciones turísticas y cosechas enteras arrasadas.
Siendo así, el año 2011, deja hasta la fecha los nombres de Emily e Irene en el diccionario de las enseñanzas. Autoridades y población en general dejarán sentada una primera lección imperecedera y que se transmite a través de todos los tiempos: la cultura de este territorio, en el enfrentamiento a la temporada ciclónica debe enriquecerse cada día y los obstáculos principales que obstruyen estas actividades deben evitarse desde antes, no después, justo cuando casi los aires fuertes y las lluvias están azotando.
Sí, en esta tierra “vive Dios” y la suerte acompaña sus días, lo ideal sería observar desde antes los pronósticos y “ayudar un poco a la suerte”. Quedan muchos ciclones más en el camino.