Según encuestas del Banco Mundial, durante las últimas décadas, los niveles de salud y educación de niñas y mujeres han mejorado considerablemente: “más de 37 millones de niñas se han matriculado en la escuela primaria desde 1995 y en cuanto a la esperanza de vida, “desde 1970, el promedio de la mujer aumentó entre 15 a 20 años”.
Sin embargo, la paradoja es que a pesar de lo antes expuesto, el propio organismo internacional refleja con estadísticas que las oportunidades económicas siguen siendo limitadas para las féminas: “en los países de ingreso bajo, las mujeres están permanentemente a la zaga de los hombres en participación en la fuerza laboral, acceso a crédito, tasas de emprendimientos, niveles de ingreso y derechos de propiedad y sucesorios”.
En total, naciones como República Dominicana reflejan que la fuerza laboral femenina se contrajo del 53% en 1980 al 49% en 2005, mientras que para los hombres, el índice se mantuvo estable en 86%.
¿Cuánto se predestinan los seres al nacer? Al parecer, las cosas no debía ser así, pero en realidad las oportunidades se diferencian por género y “ese tipo de desigualdad tampoco tiene sentido en términos económicos: invertir poco en las mujeres pone freno a la lucha contra la pobreza y limita el desarrollo económico y social”.
El Banco Mundial lanzó Applying Gender Action Plan Lessons: A Three-Year Road Map for Gender Mainstreaming (2011- 2013), cuyo tema central, por primera vez, se centra en el tema de la igualdad de género y el desarrollo.
República Dominicana debe seguir muy de cerca estos estudios dirigidos a ejercitar ¿cómo “aumentar el acceso de niñas y mujeres jóvenes a educación de buena calidad y mejorar su acceso a servicios de salud, así como multiplicar esfuerzos para incrementar las oportunidades de generación de ingresos?
Seguramente, todas estas medidas, junto a muchas otras, lograrán impedir que centenares de mujeres dominicanas mueran a manos de inescrupulosos victimarios, ante la mirada impotente de este mundo.