Tiene que ocurrir un gran cambio cultural, una multiplicación de programas educativos, resolver en esencia los conflictos, adoptar nuevos modelos, reconocer y rechazar los estereotipos, la tolerancia y aceptar, en definitiva, la diversidad desde los mismos programas escolares.
Con todo esto y más podremos pensar en eliminar de raíz ese atroz fantasma que en las últimas décadas ha robado miles de hermosas vidas femeninas a la América Latina y, particularmente, a República Dominicana.
A pesar de que más mujeres tienen acceso a la educación, el empleo y los bienes y se intenta continuar reforzando estos logros para avanzar hacia la igualdad de género, aún adolecemos tanto…
Se afirma que “la pobreza no es un sector, ni tampoco lo es el género”, pero no hay duda de cuánto influye en ambos conceptos.
Cada día observamos esta afirmación: “en aras de lograr el desarrollo sostenible, se debería alentar a hombres y mujeres a que promuevan la igualdad de género”. Pero, las preguntas siguen siendo: ¿Cuánto se fortalecen los sistemas jurídicos y las políticas estatales para fomentar esta equidad y la eficacia institucional?
En el país, como en otros pueblos de la región, no se excluye a las mujeres de las asociaciones de empresas. “Los contactos y las redes ya no son el obstáculo insalvable que solían ser». Sin embargo, las encuestas demuestran que ellas tienen menos acceso a conocimientos tecnológicos especializados, ya sean de tecnologías de la información, procesos industriales o técnicas de gestión.
Este es sólo uno de los aspectos a superar. Pero, o crecemos en ideas y propósitos sociales de equidad y los aprendemos desde las primeras edades o, sencillamente, el terrible flagelo de los feminicidios no desaparecerán, Dios sabrá hasta cuándo…