No es sorpresa que el senador Amable Aristy con rostro de inocente, juzgue su aprobación del Presupuesto Nacional al vapor como una “indelicadeza”. Su inconstitucionalidad…Burla. El bufón expresa padecimiento moral como huida de la realidad de la vida, que frecuentemente es banal y mediocre. En ocasiones se presenta en forma humana, y nos desvela nuestras sombras, como el bu-bu del búcaro despertador humano que canta una y otra vez, en el momento que nos sobreviene la tentación de identificarnos con nuestro papel.
Los griegos tenían a Hermes un bufón divino. El más hábil embustero. Tenía la astucia y capacidad de cambiar su figura.
Las llamadas “indelicadezas” dan motivos valederos a la indignación. Con sobrada razón están en las calles y plazas públicas los indignados.
Es el efecto dominó de Egipto que va a Libia, Grecia, España, Londres y navega sobre el amplio atlántico arribando a New York. Se estaciona en Wall Street, da unos pasos espantando a los millonarios del sereno y bello Park Avenue. Se esparce por la gran democracia.
Los indignados no tienen frontera por ser víctimas de los abusos sistemáticos del capitalismo salvaje, injusticias sin límites creadora de pobrezas que hacen millonarios a los indignantes.
Los indignados están en la causa justa, ejercen la defensa de la necesidad, derecho irrenunciable contra la degradación humana. Están en la historia de la humanidad desde que el hombre corta la comunicación con Dios negando el debido respeto, aniquilando la vida sana de su otro yo.
El espíritu no soporta los males indebidos. Desgracias de la raza humana cuando se sustituye el amor por el dinero que aísla y esclaviza. Una de las grandes estupideces es obtener riqueza material pasajera y perder el alma.
Nadie ha podido y podrá ser feliz violando las leyes inmutables de la divina creación. La esencia de la vida es el amor entre hermanos, los hombres. El hombre solo no subsiste, como dice la canción “Un hombre es uno solo y es dura la vida”. Se le nubla la razón, nunca está satisfecho, golpea, golpea, ahí está el constante desafío entre el indignante, ese de la “indelicadeza” y el que sufre, el inconforme, el indigno.
Como en otros lares el dominicano es arrastrado a una vida alejada de lo justo, de lo mejor de lo humano, lo que le niegan a la gran mayoría.
Recibimos lo que hacemos, siempre se paga el mal que hacemos. El filósofo Epicteto gran exponente del estoicismo sentencia: a la larga, todo hombre sufre el castigo de sus malas acciones. El hombre que recuerda esto no se enfada con nadie, no se indignará con nadie, no humillará a nadie, no culpará a nadie, no ofenderá a nadie, no odiará a nadie.
El autor es vicealmirante retirado de la Marina de Guerra.