Embarazos tempranos: inocencia perdida

Si no están en capacidad de votar, de comprar o de vender… no pueden estarlo para procrear y hacerse responsables.
 
Las niñas y las adolescentes embarazadas y que todavía están en proceso de formación, deben ser parte de las estadísticas de víctimas de violencia sexual.
 
La realidad demuestra que el número de niñas y adolescentes embarazadas va en aumento. República Dominicana ocupa hoy el primer lugar de la región de las Américas en tasa de fecundidad en adolescentes: 92 por cada mil mujeres embarazadas, según Sonia Vászquez, del Fondo de Población de las Naciones Unidas.
 
La cifra supera a Haití y a países de África, que tienen un promedio de 69 y 90 por mil. Mientras que la tasa promedio en el mundo es de 45, y en América de 70 por cada mil mujeres embarazadas.
 
A todo esto se agrega, que el 19 por ciento de las muertes maternas en el país ocurren en adolescentes, refiere la Organización Panamericana de la Salud.
 
Oídos sordos ante la ley 136-03, la cual plantea en su artículo 14, que los profesionales y funcionarios de áreas de salud de pedagogía, sicología, trabajo social, entre otras, están en la obligación de denunciar ante las autoridades competentes cualquier sospecha de violación de los derechos de niños, niñas y adolescentes, y su incumplimiento conlleva a una sanción de uno a tres salarios mínimo. Esta acción no se registra, se mantiene en desproporción con las estadísticas.
 
Violación sexual VS seducción
 
Aunque la ley define a niño y niña como toda persona desde su nacimiento hasta los doce años, inclusive; y adolescente, a toda aquella desde los trece hasta alcanzar la mayoría de edad, las estadísticas hablan de embarazos en adolescentes, como si las de entre nueve y doce no contaran.
Todo acto en el que una persona hace uso de su fuerza física, intimidación sicológica, coerción o engaño  y obliga a otra a realizar actos sexuales en contra  de su voluntad, es violación sexual, incluyendo a niños, niñas y entre parejas dentro del matrimonio.
 
En nuestro país se considera a una niña o adolescente embarazada víctima de violación sexual cuando es menor de 15 años, de esta edad hasta los 18 tiene otra connotación legal, interpretada como seducción.
 
Sin embargo, muchas adolescentes que ya tienen su tercer descendiente, fueron embarazadas entre los 12 y 14 cuando aún la ley considera el hecho como un acto de violación sexual. Pero estos casos no se reconocen.
 
En el asunto insiste la activista por los derechos de la mujer Lilliam Fondeur, quien mediante una investigación realizada en el Hospital Maternidad de la Altagracia confirmó que en 2009 había 492 niñas embarazadas por debajo de los 15 años, lo cual constituye una violación sexual. Prefiere creer que el dato no se registra porque los profesionales de la salud no están debidamente instruidos, pero el equipo legal del Ministerio de Salud debe conocer las leyes y hacerlas cumplir.
 
Incapacidad para reconocer los casos
 
El Consejo Nacional para la Niñez y la Adolescencia recibe escasas notificaciones de casos de embarazos por abuso sexual,  por parte de los gestores sociales del Ministerio de Salud, a pesar de que los hospitales están llenos de embarazadas a temprana edad.
 
Según Giovanni Hernández, subconsultor jurídico del CONANI (Órgano Administrativo del Sistema Nacional de Protección de los Derechos de la Niñez) los casos que llegan no son tan frecuentes de niñas por debajo de los 12 años, y cree que esto tiene que ver con la falta de capacidad, en cuanto a la ley, que tienen estos gestores para identificar esos casos y que sean reportados debidamente.
 
“Es necesaria una vigilancia más de cerca al trabajo que realizan los equipos de gestión social  para fortalecer las medidas preventivas”.
 
Embarazo a temprana edad es hipotecar el futuro
Fondeur, quien también es ginecóloga, destaca que cuando una niña es embarazada hipoteca o le hipotecan la vida y el futuro, porque la cambian de tanda en la escuela o la expulsan del centro, y solo le permiten tomar exámenes. La sacan de su círculo de formación, sin considerar la ley 136-03.
Otras son obligadas a posponer los estudios hasta parir, optando por los puestos de trabajo menos calificados o mano de obra barata.
 
Según la experta,  las estadísticas que se manejan  pueden superar el 30 por ciento de embarazos a temprana edad, y las que han tenido pérdidas deben ser tabuladas, igual que las que paren.
 
“Ya es parte de la cotidianidad ver niñas y adolescentes embarazadas por hombres que le doblan o triplican la edad, empeñando su futuro a cambio de una supuesta mejor condición económica”.
 
Estructuras óseas no preparadas para procrear
 
Víctor Terrero Encarnación, director regional del Ministerio de Salud para la región suroeste, reconoce que el embarazo en niñas y adolescentes  produce alteraciones químicas, especialmente trastornos hipertensivos o preclancia y anomalías  fetales.
 
Estas complicaciones provocan que la morbi-mortalidad en niñas y adolescentes sean extremadamente altas, asegura el especialista.
 
Plantea que para contrarrestar la muerte materna se han habilitado consultorios dirigidos a las adolescentes, debido a que estas no quieren acudir a los hospitales por vergüenza a sufrir burlas.
 
“Pero también es necesaria una educación sexual y reproductiva con democracia, para que no sigan llegando niñas embarazadas de abuelos, padres, tíos, hermanos o vecinos cercanos”.
 
El ex diputado de Barahona considera la pobreza como un componente importante para que la región sur largo (Independencia, Bahoruco, Barahona, Pedernales, etc) constituya el 22 por ciento de embarazo en adolescentes, ya que hombres adultos mayores compran esas necesidades ofreciéndoles  vivienda, comida o cualquier otro tipo de comodidad.
 
Factores que influyen, consecuencias que se desencadenan
 
El problema es multifactorial, tiene repercusión social y como tal debe ser atendido, no limitarse a sus implicaciones en la salud, y en la familia.
 
La inequidad social, la falta de oportunidades educativas y laborales, así como la ausencia de un proyecto de vida humanista, influyen en el aumento de la tasa de embarazos en adolescentes.
 
Sus consecuencias se traducen en más riesgos de salud, prolongación de la pobreza, deserción escolar, mayor número de hijos y fracasos en las relaciones de pareja.

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