Cayó al suelo abatida, en plena calle, ante la vista atónita de todos y con la luz solar dejando ver cada detalle del macabro crimen cometido por Cristian Familia, quien fríamente asesinó a Bartolina Féliz, de cuatro disparos, en la avenida Roberto Pastoriza, sin que le temblara el pulso.
Increíble acto, que no por repetirse una y otra vez deja de ser espantoso, execrable y a cuyo asesino, como al resto de los que han matado a quienes eran sus parejas, o lo fueron alguna vez, deben imponérseles penas que pongan fin real a tanta violencia y crímenes.
La historia se repite, Familia maltrataba física y mentalmente a Bartolina Féliz y a pesar de llevar tres meses separados y de tener orden de alejamiento, no sólo violó la disposición, sino que acabó vilmente con su vida.
La necesidad de hacer algo más que “contar las víctimas mortales de violencia” se abre paso en la sociedad dominicana: “ofrecer herramientas a las sobrevivientes y a las posibles de serlo para que puedan liberarse de cualquier tipo de violencia por parte de su agresor, hasta liberarse totalmente de éste”, significa más que un imprescindible fin a los victimarios.
“Ni una más”, debe ser la máxima. No podemos seguir siendo testigos mudos de estas desgracias que en el decir de comunicadores dispuestos a luchar contra la violencia de género, “es un problema de tres; víctima, victimario y testigo”.
Frenar, acabar con la ola de crímenes a mujeres por parte de parejas implica medidas absolutas. Que se modifique el Código. Bien por las frases del senador Félix Bautista cuando razona que un feminicidio «no sólo acaba con la vida de una mujer, sino que con ella muere una madre, una hija, una hermana».
A las 175 mujeres asesinadas, de los cuales unas 100 fueron por los llamados feminicidios «íntimos», se une Bartolina Féliz, una vida más borrada de este mundo de los vivos, por alguien que no cree que sería castigado como merece, o lo hubiera pensado más…