El presidente de la República Dominicana, Dr. Leonel Fernández Reyna, quien durante varios años se desempeñó como profesor universitario en la prestigiosa Universidad Autónoma de Santo Domingo, acaba de producir una impactante declaración que ha estremecido a toda la nación dominicana, cuando en torno al debate sobre su violación a la Ley General de Educación, 66-97, que obliga a entregar el 4% del Producto Interno Bruto para la Educación, dice que “lo fundamental es debatir qué se enseña, cómo y para qué”, y que satisfechas esas inquietudes, “se pasaría a lo otro”, es decir, a considerar una mayor inversión en la educación.
Y en eso el Presidente Fernández tiene toda la razón, porque lo fundamental es saber “qué se enseña, y para qué”, pues en las escuelas públicas debieron enseñarles a muchos de los funcionarios de su gobierno a no robarse descaradamente los fondos públicos que debieron ser destinados al desarrollo del país y a la reducción de la pobreza.
Debieron enseñarles a muchos de los funcionarios de su gobierno a no comprar los vagones del Metro al doble del precio pagado por Shanghái a la misma empresa francesa Alstom a la cual la OPRET le compró los vagones Metrópolis, lo cual tuvo un sobre costo de 2,200 millones de pesos, y debieron enseñarles a no gastar casi 100 mil millones de pesos en un Metro que no beneficia a la población, pero que ha beneficiado a mucha gente del gobierno.
Debieron enseñarles a los funcionarios de su gobierno a no regalarle a la empresa minera Barrick Gold la mina de oro de Pueblo Viejo, Cotuí, la cual hoy vale unos 50,000 millones de dólares, suficientes para pagar la deuda externa, y debieron enseñarles a sus diputados y senadores a no aprobar un contrato sin leerlo.
Debieron enseñarles a muchos de los funcionarios de su gobierno que un pequeño acueducto municipal para 12,000 habitantes urbanos no puede costar 5,000 millones de pesos.
Debieron enseñarles a muchos de los funcionarios de su gobierno que una carretera de dos carriles simples no puede costar 6 millones de dólares por cada kilómetro.
Debieron enseñarles a muchos de los funcionarios de su gobierno que un edificio de parqueo, en hormigón, y que consta de un sótano y siete entrepisos sobre el nivel del terreno, para un total de ocho niveles de aparcamiento, con un área total de construcción de aproximadamente cuarenta y siete mil (47,000) metros cuadrados» no puede costar 900 millones de pesos, sobre todo, si el terreno, que es lo más caro, era propio y no tuvo ningún costo.
Debieron enseñarles que por principios éticos ambientales en Los Haitises nunca debió ser autorizada, ni mucho menos defendida, una cementera que iba a contaminar las aguas subterráneas necesarias para la subsistencia de las futuras generaciones.
Debieron enseñarles a muchos de los funcionarios de su gobierno que cuando se aproxima una tormenta, o un huracán, hay que activar de inmediato los planes de emergencia, sin discusiones y sin demoras, porque las discusiones y las demoras se convierten en tragedias como la de La Mesopotamia, durante el paso del huracán Georges, en septiembre de 1998, y la de la Presa de Tavera, durante el paso de la tormenta Olga, en diciembre de 2007, las que en conjunto provocaron unas 500 muertes innecesarias y pérdidas materiales por encima de los diez mil millones de pesos, y todo eso fruto de la ignorancia de sus funcionarios, ninguno de los cuales fueron amonestados, ni sancionados.
Si el Presidente Fernández hubiese preguntado antes “qué se enseña y para qué se enseña”, de seguro que muchos de los funcionarios de su gobierno hubiesen aprendido a no negociar en contra de los intereses del país, y de esa forma no hubiesen regalado, mediante la denominada capitalización, el sistema eléctrico nacional, el cual, además de regalarlo, nos ha costado un subsidio de 265,000 millones de pesos en los últimos 7 años del PLD, simplemente para beneficio de los generadores de electricidad, y que con todo ese dinero hubiésemos resuelto el problema eléctrico nacional, de por vida.
Si el Presidente Fernández quiere darle fuerza a su nuevo concepto de “qué se enseña y para qué se enseña”, sólo tiene que revisar el contrato de generación eléctrica firmado con la Cogentrix, el cual nos cuesta 2 mil doscientos (2,200) millones de pesos al año, con la planta apagada, y que con lo que le hemos pagado a la Cogentrix, sin recibir nada a cambio, hubiésemos instalado una planta a gas natural, o a carbón, de 300 Mega Watts de potencia, y de bajo costo de producción de energía, y verá que sus funcionarios tienen mucho que aprender.
Es evidente que el Presidente Fernández ha tomado conocimiento de que en su gobierno es necesario debatir “qué se enseña y para qué se enseña”, porque muchos de sus funcionarios no aprendieron en el libro de Moral y Cívica, ni en los “Círculos de Estudios”, del PLD, que los fondos públicos no son para el rápido enriquecimiento de funcionarios públicos que ayer llegaron al gobierno en carros públicos, y hoy son más ricos que cualquier gran empresario de larga tradición, y se esmeran en un exhibicionismo económico impúdico.
Como el Presidente Fernández quiere debatir “qué se enseña y para qué se enseña”, debía introducir en la escuela universitaria de la Fundación Global la “Cátedra profesor Bosch”, para enseñarle a muchos de sus funcionarios que el profesor Bosch dijo en el año 1982 que «Los dominicanos saben muy bien que si tomamos el poder no habrá un peledeísta que se haga rico con los fondos públicos; no habrá un peledeísta que abuse de su autoridad en perjuicio de un dominicano; no habrá un peledeísta que le oculte al país un hecho incorrecto o sucio o inmoral.»
Esa “Cátedra profesor Bosch”, pudiéramos pagarla con los fondos provenientes del 4% establecido por la Ley 66-97 para la Educación, y de esa forma el Presidente Fernández haría un homenaje de recordación de la honorabilidad del profesor Bosch, y sus funcionarios aprenderían a ser tan honestos como el profesor Bosch y vivirían tan humildemente como vivió el profesor Bosch.
Si el presidente Fernández quiere saber “qué se enseña y para qué”, los dominicanos podemos decirle que a sus funcionarios hay que enseñarles a no robarse los fondos públicos, a no ser arrogantes, a no ser prepotentes, a no ser mentirosos, a no ser demagogos, a no creerse dueños de los cielos y de la tierra; a no considerarse por encima del bien y del mal, a no creerse dueños de los tres poderes del Estado y de la Junta Central Electoral, y a no traicionar la memoria de su fundador el profesor Bosch, y que para eso sus funcionarios son los primeros que necesitan que se cumpla con el 4% establecido por la Ley General de Educación.