El Tribunal Colegiado de Primera Instancia condenó a cinco años de prisión al pastor evangélico, Julio Alberto León Corniel, encontrado culpable de abuso sexual infantil. El delito fue cometido contra una menor de14 años, residente en El Peñón de Barahona.
Aunque al culpable se le dictó una condena, aún queda la inconformidad por el poco castigo inferido a una persona responsable de dañar una vida y robar la inocencia a una criatura que jamás podrá ser un ente social con todo su esplendor y alegría.
Todo esto sin mencionar la secuela psicóloga que proviene de una violación sexual, donde la víctima está propensa a desarrollar depresión, ansiedad, baja autoestima, trastorno de personalidad, aislamiento, dificultad para expresar o recibir sentimiento de ternura y de intimidad. Condiciones que impiden el éxito y la superación personal.
Por estas razones es necesario preguntar en qué se basaron los jueces que evaluaron el caso, para otorgar una sentencia tan cómoda ante un delito tan grave y determinante en la vida de un ser humano indefenso.
¿Acaso es esta sentencia una debilidad del Código Procesal Penal y la causa por la cual urge desesperadamente su modificación, a fin de que cada crimen reciba su justo castigo?
Mientras que del otro lado, es ineludible cuestionarse qué mensaje divino predicaba el reverendo y maestro religioso capaz de cometer un acto de tal envergadura.
