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Recuerdo de mi pubertad

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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El Presidente Doctor Francisco Henríquez Carvajal llega a San Pedro de Macorís. 1916. 

Papá acaba de saborear el café y nos dice: lo que les voy a contar lo estudiarán en la historia. Fue un día de tristeza para los macorisanos durante la ocupación militar norteamericana. Fueron diez años de atropellos.

Una mañana arribó al mulle el vapor Marina. Mucha gente fue a saber que a bordo estaba el Presidente Doctor Francisco Henríquez y Carvajal. Les dimos una gran bienvenida con aplausos y algunos agitaban la bandera dominicana. Sólo se oía su nombre. Viva la República Dominicana libre.

El Presidente levantaba el brazo saludando. El presidente del Ayuntamiento entró al vapor y a los pocos minutos el Presidente bajó al muelle. Ahí fue lo grande: queríamos darles las manos. Su rostro no sonreía, sí mostraba que sentía la simpatía que le expresábamos.

El presidente del Ayuntamiento lo invitó y caminaban con el pueblo atrás. Muchos cantábamos el Himno Nacional. Fue una caminata patriótica. En el Ayuntamiento no cabíamos, los que pudimos entrar nos pusimos en filas y le dábamos la mano. Yo me emocioné mucho, vi una semi sonrisa con una tristeza oculta. Su educación se veía por encima del traje blanco.

El presidente del Ayuntamiento pronunció unas sentidas palabras, que él agradeció. Recuerdo bien. Su mirada serena se paseó por nosotros. Nos invitó a seguir siendo buenos dominicanos, que volvería a la Patria cuando la vida institucional se restableciera.  Que iba a otras playas a buscar el bienestar de los dominicanos, que el camino era duro y triste, pero sería vencido por la dignidad dominicana. No queríamos dejar de aplaudirlo.

De regreso al muelle el gentío era mayor, las familias con sus hijos, los escolares y maestros, todos cantábamos el Himno. Yo fui de los que humedecí los ojos. Aplausos, aplausos, banderas, banderas y pañuelos al viento.

En el muelle fue más grande el aplauso. El Presidente se paró en la parte atrás del vapor y nos despedía levantando sus brazos. Un grupo corrimos a la costa para seguir viendo el vapor que iba hacia Puerto Rico.

Mi compadre Don Virgilio Vilomar contó a un grupo de amigos que en Puerto Rico recibieron al Presidente Henríquez con mucha simpatía. De ahí fue a Nueva York y a Washington, donde no pudo conseguir que la política de los americanos cambiara con los dominicanos.

El ilustre hombre se fue a su residencia habitual, en la ciudad de Santiago de Cuba. En el año 1917 se reunió en la Habana con su hermano Doctor Federico que residía allí desde el año 1916.

Hijo la bendición, ya es hora de dormir. 

El autor es vicealmirante retirado de la Marina de Guerra.

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