Los que aspiran a acomodarse en el trono palaciego se disparan solo diatribas.
No conciben una visión de progreso socio económico. Continuaremos más bajo de la desaparecida clase media. Y, como hijos de esta tierra de deberes familiares y ciudadanos, todos hermanos, nos preguntamos: ¿Qué haría el amor de patria?
Hoy sábado 21 de enero de 2012, el inquieto indica las 23:15, no me alejo de la costumbre marinera, observo el firmamento, no disfruto la presencia del carro de la Osa Mayor y la Estrella Polar. Noche oscura, más negra que el carbón de las profundas minas.
Decido ir al bolígrafo, cierro las luces del alma y entro en el misterio de la galería de meditabundo. Las neuronas se inquietan, algo desean ventilar, entregar en retrospectiva. Allá en el rincón académico de la biblioteca de Cannes, Francia (1953), ¡ah los apuntes con parte de la historia convulsionada de la Roma de Cincinato el agricultor!
El tribuno Marco Livio Druso escribe a Craso: “es difícil decir quiénes son peores si los que sobornan a las masas o las masas que aceptan el soborno. Es cierto que el soborno corrompe, pero también es cierto que el que lo acepta es el mayor de los delincuentes. ¿Pero es que ha habido algún gobierno que no sea embustero y esclavizador, asesino, ladrón y opresor, enemigo de todos los hombres en su ambición de poder? El que acepta el soborno buscando no tener que trabajar para atender los gastos de su casa tiene menos categoría que el perro.
Que al menos es leal y defiende a su amo. La plebe no se preocupa más que de su barriga, y el que adula a una plebe así debe pasar a la historia como más bajo. Que el más inferior de los esclavos, por muy ilustre que sea su apellido o por mucho crédito que le concedan los banqueros”.
Seguimos meditabundo y vemos a Juan Pablo Duarte el deportado, en Río Negro, aldea inhóspita del Alto de Apure, sufriendo la tuberculosis que consumió su vida en Caracas, Venezuela.
Cuando Druso es asesinado, su hermano entristecido grabó en el mármol de la historia: “¡Así que este es el fin que espera a los hombres que aman a su patria y la verdad! El seguir viviendo hubiera sido para él el peor de los castigos”.
Nuestro invitado de hoy. Leonardo Da Vinci: ¡oh miseria humana a cuantas cosas te sometes por el dinero!
El autor es vicealmirante retirado de la Marina de Guerra.
Meditabundo. ¿Qué haría el amor de patria? (1era parte)
LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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