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“La dominicanidad como la mejor ofrenda”

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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Este 26 de enero el pueblo dominicano rinde tributo al hombre que definió  La Dominicanidad como la mejor ofrenda: Juan Pablo Duarte, quien vino al mundo en la ciudad primada de América en el año 1813.
 
Fue el cuarto de los doce hijos de Juan José y Manuela Diez Jiménez. Dicen que con apenas 6 años leía perfectamente y recitaba de memoria todo el catecismo.
 
Países como Estados Unidos, Inglaterra, Francia y España le ofrecieron oportunidades y enseñanzas, que no sólo apreció el inquieto joven  desde el punto de vista cultural, sino además, político. Luego de su regreso a Santo Domingo en 1833, cuando le preguntaron qué era lo que más le había llamado la atención en sus viajes, exclamó espontáneo:»los fueros y libertades de Barcelona, fueros y libertades que espero demos un día a nuestra Patria».  Se refería a la Primera Guerra Carlista y el conmovedor grito de guerra de los catalanes: «Dios, Patria, Rey, Fueros»
 
Duarte estuvo vinculado con la masonería, al igual que otros grandes hombres de las guerras independentistas de América. A través de la Sociedad Secreta La Trinitaria, fundada el 16 de julio de 1838, junto a Juan Isidro Pérez, Pedro Alejandro Pina, Jacinto de la Concha, Félix María Ruiz, José María Serra, Benito González, Felipe Alfáu y Juan Nepomuceno Ravelo, llevó a cabo su labor política.
 
A partir de una estructura celular clandestina, los iniciados juraban luchar por la independencia de la nación bajo el lema «Dios, Patria y Libertad».
 
En este sentido nacieron dos entidades: La Sociedad Filantrópica y  La Sociedad Dramática, dirigidas a este destino proselitista. En esa época ingresó Duarte en las compañías dominicanas del ejército haitiano a fin de adquirir conocimientos militares. Con razón aseguran algunos investigadores que su labor como patriota y político estriba, fundamentalmente, en la manera en que supo interpretar el momento histórico que vivía la sociedad dominicana, decidida a no aceptar la dominación haitiana, a la vez que conjugó valores éticos e idealistas con los sentimientos libertarios.
 
La vinculación con el movimiento revolucionario haitiano denominado La Reforma, que derrocó a Boyer en febrero de 1843, resultó definitoria en el alcance  del liderazgo de Duarte. Pero, al tener el poder en  Haití Charles Herard y conocer el sentido independentista de los trinitarios, decidió la ocupación militar de las provincias dominicanas, a fin de exterminar cualquier intento separatista.
 
Duarte debió abandonar la patria, rumbo a Curazao, donde supo la triste nueva de la muerte de su padre el 25 de Noviembre del 1843. Fue entonces que el patricio escribió a su madre, pidiéndole que vendiera el negocio familiar para financiar la lucha por la independencia de la patria.
 
Mientras tanto, en el país, Sánchez se aliaba con el sector separatista conservador encabezado por Tomás Bobadilla y Buenaventura Báez. Surgía así el Manifiesto del 16 de enero de 1844, que concluía el 27 de febrero de ese mismo año con la declaración de la independencia.
 
Pocos días más tarde, el 15 de marzo de 1844,  Duarte regresaba a la patria con  las armas que había comprado en Curazao gracias al dinero de su familia. A su llegada le aclamaban las voces populares «Padre de la Patria”, en tanto que le designaban general del ejército y vocal de la Junta Central que gobernaba entonces.
 
Ya desde entonces, su visión de la unidad se plasma en el proyecto de Constitución,  en el cual enuncia: “(…) Los blancos, morenos, cobrizos, cruzados, marchando serenos, unidos y osados, la Patria salvemos de viles tiranos, y al mundo mostremos que somos hermanos”.
 
Pero, debido a sus contradicciones con Pedro Santana, entonces jefe del ejército Sur y con la mayoría en la Junta Central Gubernativa, decidió encabezar junto a Sánchez un golpe de estado que destituyó a Bobadilla y sustituyó a los miembros conservadores de la Junta por otros liberales como él, opuestos a toda anexión o protectorado. En estas circunstancias, mientras Sánchez encabezaba la nueva Junta Central Gubernativa, Duarte y Mella fueron a la región Norte a en busca del apoyo de los cibaeños. Pero, aún cuando el ejército del Norte había proclamado a Duarte Presidente de la República, Santana logró entrar a Santo Domingo con su ejército y disolver la Junta de Sánchez.
 
Obviamente, fue creada otra según sus intereses y de inmediato dada a conocer la orden de apresamiento a Duarte. Este es el momento en que Santana califica a Duarte, Sánchez, Mella y otros líderes trinitarios como «traidores a la Patria» y les envía al  destierro «a perpetuidad» del territorio nacional.
 
Quienes han estudiado el pensamiento del prócer hablan de una debilidad en su actuación, exceso de idealismo, dudas y vacilaciones. Señalan como errores  no haber convertido su liderazgo patriótico en político y comprender a tiempo que el pueblo dominicano estaba preparado para adoptar la democracia liberal. Pero, Duarte temía, más que todo, a una guerra civil que favoreciera la injerencia haitiana.
 
A su segundo destierro le siguió la miseria absoluta y el fin.  El Padre de la Patria dominicana partió por segunda vez de su tierra y después de breve estadía en Hamburgo se dirigió a Venezuela, donde habitó la familia Duarte, desterrada por Santana y en absoluta miseria. Tras la noticia del  fusilamiento de la líder interna de los trinitarios, María Trinidad Sánchez, el 27 de febrero de 1845, Duarte se creyó responsable de su muerte y durante más de quince años ni familiares ni amigos supieron de él.
 
Refugiado en la intrincada ciudad de Angostura, supo de la anexión a España, convenida por  Santana con el gobernador español de Cuba en 1861. Como un resorte, Duarte se puso al servicio de la Patria ganando adeptos para la causa de su nación. La Restauración  se hizo realidad en 1865,  y ahí estaba el hombre endeudado, más que todo, con su conciencia misma, subsistiendo junto a su familia, como se ha escrito, de una fábrica de velas.
 
El 15 de Julio de 1876 cerró sus ojos en Venezuela a la edad de 63 años, lejos de la Patria y en tal estado de  pobreza que sus restos no pudieron trasladarse a Santo Domingo hasta 1884, en que se llevó a  cabo por disposición del presidente Ulises Heraux. Siempre repetimos que “De sombras y luces están llenas las vidas de los héroes”, pero de manera especial hay que honrar a este dominicano, el gran patriota Juan Pablo Duarte y Diez, fundador de la Nacionalidad dominicana y quien enseñó que: ¡Vivir sin patria, es lo mismo que vivir sin honor!

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