La presencia del Presidente de Haití, Michel Martelly, en República Dominicana tiene múltiples lecturas y decenas de interpretaciones. De igual manera pueden asumirse los muchos artículos publicados en vísperas de su llegada.
Sin duda, debe ser este momento coyuntura propicia para debatir los problemas fronterizos, que parecen eternos e indescifrables, aun cuando se cambia el personal que atiende entradas y salidas, la realidad de cifras que marcan los dos millones de haitianos en el país es muy superior y, sobre todo, plena de ilegalidades.
También se habla por parte del Gobierno dominicano, de llevar a cabo a través del Centro de Inversión y Exportación de la República Dominicana (CEI-RD), “una amplia zona económica internacional en la céntrica ciudad de Chambrun, a 19 kilómetros de Puerto Príncipe”, valorada entre los US$100 millones y US$200 millones, mediante la cual crezcan fuentes de empleos a través del mega proyecto denominado Corporación para el Desarrollo de Quisqueya.
De lograrse este propósito binacional, que integra agroindustria, empresas de telecomunicaciones, campos de golf y hoteles, y espacio para viviendas, comercios y escuelas, entre otros, las tensiones por el éxodo masivo, incrementado tras el terremoto de 2010, podrían tener algunas soluciones.
Mejorar las relaciones entre ambas naciones significaría “aliviar” la atmósfera inhóspita de la cual se ha hablado a nivel internacional, sobre supuestas discriminaciones contra ciudadanos del vecino país en el territorio nacional.
Y quizás hasta se dilucide el tema de las empresas del amigo del Presidente que, según se ha publicado, han recibido enjundiosos contratos en el plan de reconstrucción haitiano, sin que hasta la fecha “el otro Nueva York chiquito” comience a aparecer, ni por asomo.
¿En qué punto estamos?
LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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