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Y las niñas ¿qué?

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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Con motivo de la visita del Papa a México.
 
En estas últimas jornadas populares y muy televisadas se percibió un cierto renacer del lenguaje sexista masculino, en discursos donde solo se mencionaban a  niños y padres de familia, mientras se omitía la presencia multitudinaria de mujeres, madres de familia y niñas.
 
Por otra parte, al dirigirse a la juventud adolescente, le agregaron el artículo los en plural, y masculinizaron al grupo, aunque era una palabra que considera a muchachas y varones en esta edad  maravillosa.
 
No se trata de manifestar intransigencia, porque quedó expuesto por especialistas que, toda lengua está al servicio de las necesidades expresivas humanas, y es depositaria de la visión del mundo, de una determinada sociedad, cultural, religiosa, civil, deportiva, etc.
 
Por tanto, el lenguaje como envoltura material del pensamiento se ajusta a esos cambios sociales y la oratoria sirve de medio comunicativo para trasmitir las ideas, conceptos y valoraciones éticas, incluso cuando media la diferencia idiomática entre el orador y la multitud.
 
Pero, si esa manera de expresarse está tamizada por una lengua que  contiene estereotipos sexistas, donde solo el hombre, varón, masculino queda representado entonces, aparecen los usos discriminatorios que se rechazan porque están  anclados en viejos vocablos, superados por la presencia femenina mexicana, donde existen mujeres en desempeños de alta jerarquía como la Canciller Patricia Espinosa, la procuradora, gobernadoras, dirigentes de partidos  políticos y hasta de una candidata a la presidencia que no deben ser omitidas en ningún discurso.
 
El lenguaje con perspectiva de género tiene la decisión de influir en el cambio de hábitos para modificar las conductas discriminatorias y violentas. El profesor  Claudio Wagner, del Instituto de Lingüística y Literatura, Universidad Austral de Chile, escritor de El atlas lingüístico y etnográfico señala que, la relación con el género gramatical, posee el marcado androcentrismo de nuestras sociedades, y no es difícil encontrar ejemplos de palabras que denotan depreciación e incluso ofensa hacia la mujer, así como otras referentes a ocupaciones que sólo aceptan la forma masculina.
 
En sus estudios denunció que, en el siglo XX durante  la campaña feminista en Estados Unidos, se  llegó hasta a interrumpir a los oradores para evidenciarles su uso discriminatorio del idioma e, incluso, presionar a las asociaciones profesionales para que adoptaran el uso no sexista en sus manuales de publicación.
 
Este reconocido lingüista chileno propone varios caminos entre los que se destacan: a) prescindir de las formas femeninas discriminatorias, como fulana o tipa; b) incorporar en el discurso siempre las formas femeninas junto con las masculinas: alumnos y alumnas, hermanos y hermanas; y c) remplazar los genéricos androcéntricos por formas neutras, como ser humano, en lugar de hombre, o la juventud en lugar de los jóvenes.
 
Me pregunto si la existencia de ese lenguaje sexista, patriarcal determina en la selección solo de “los mejores”  para integrar  las candidaturas electorales y en este estudio la invisibilidad de las mujeres provoca el incumplimiento de las  cuotas de género, según reclama Instituto Federal Electoral, en 2012.
 
Resulta lamentable este renacer del sexismo en el lenguaje en cada discurso que era repetido por hombres y mujeres comentaristas al reportar los sucesos y hasta en la prensa escrita, se publicó ¡cuidar a los niños! sin tener en cuenta a las niñas, quienes requieren de defensa extrema contra la violencia en todas sus manifestaciones donde la omisión y el silencio  ocupan un lugar.
 
*Maestra en Ciencias de la Comunicación http://www.ecosdelacosta.com.mx/

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