Paloma San Basilio se reinventa a las 60 años

Entre el tumulto de famosos y aspirantes a serlo que se organizó  en un Teatro  de Madrid, destacaba como un faro una soberbia estola de pieles blancas. Tenía que ser ella. Los flashes enloquecieron y la sonrisa de Paloma San Basilio atrapó todas las luces. Estaba en casa, con los suyos. No le cuesta nada reconocerlo, ser musa del público gay le llena de orgullo pero no le sorprende.
 
«Siempre han estado ahí, yo creo que ha sido para mí un apoyo muy importante porque son muy fieles además, pasan treinta y tantos años y siguen estando ahí, entonces yo lo agradezco enormemente. No me ha sorprendido porque es algo que es muy obvio y tengo mucha relación con ellos y cuando salió este disco lo apoyaron siempre a tope. Lo esperaba y me parece muy bonito. El mundo gay es un reflejo de algo un poco mágico, algo que uno puede soñar y puede convertir en realidad».
 
Y ése es un poco el hilo argumental del último cuento de Paloma, primero el éxito rotundo de su disco Amolap –grabado con su hija y cargado de guiños electrónicos– y después su inminente gira por España a lomos de uno de sus musicales preferidos: My fair Lady. Paloma esta pletórica.
 
«Es un año precioso, donde a pesar de la crisis pasan muchas cosas y todas son muy buenas… así que a ver si yo levanto los ánimos porque a pesar de todo yo apuesto por la vida y por el ritmo y por las ganas de superar las cosas».
 
Y es cierto. Cuatro años sin grabar no han podido con sus ganas de reinventarse: «La verdad es que no. Las dificultades me hacen crecer. Hace cuatro años que no grababa. No pude llegar a ningún acuerdo con ninguna compañía de discos. Decidí hacer la producción de un disco de música electrónica con mi hija Shalee. Y estamos aquí. Y todo el mundo está contento. Y Emi está distribuyendo el disco. Nunca tiréis la toalla».

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