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Meditabundo. Las cosas a observar en las acciones

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No somos inclinados a escuchar promesas políticas. Por la televisión vemos tribunas en vehículos, parece que estamos en la edad del garrote, el colmillo y garras. Candidatos a la presidencia, gozosos, brazos arriba en movimiento, mandíbulas abiertas, gesticulando expresiones que hacen reír sin querer, voceadores en desordenado correr y brincar. Motoristas bullosos en locura de exaltación extremada de borrachera, la lengua adelanta a la razón.  Circo, desorden público con el tránsito paralizado y música a estilo tribu africana más alto el volumen que el Pico Duarte.
 
Meditabundo salí al balcón, observando las estrellas en búsqueda de armonía, bolígrafo a manos escribí, están perdidos en el accionar sin observar tres cosas. La primera que la razón domine el apetito, pues es lo más importante para el cumplimiento de las obligaciones. La segunda que se considere el justo orden de la acción que emprende para no tomar mayor trabajo, o poner menor cuidado del que necesite. Por último cuidar de la moderación en todo lo que pertenece a la dignidad y porte de su persona. Más la mayor moderación es guardar el decoro y no excederse de él. Bien entendido que estas tres cosas dichas la más esencial es que el apetito se sujete a la razón.
 
La observación del orden de colocar en su lugar todo cuanto se dice y se hace, de modo que viene a ser lo propio orden por colocación. Porque el orden es: colocación de las cosas en lugares propios y correspondientes, y a estos lugares de las acciones se llama tiempo oportuno.
 
La tribuna política rodante nos recuerda a Cincinato impulsado con el amor de patria le decía a los campesinos romanos acerca del “hombre ideal” que sólo surge en la República, en la democracia están sumidos en el desorden por principio.
 
Aquí en Dominicana su vida es desorganización, indisciplina, favoritismos, clientelismos, extorsión, peculado, nepotismo, todo alejado del imperio de la ley.
 
El meditabundo por lo regular está en los misterios de los hombres, su historia y recuerda lecturas de la adolescencia como ésta: nos atraían las leyes del Rey de Babilonia, Hammurabi que un día se preguntó. ¿Cómo puede liberarse el hombre del mal que lleva en sí mismo? Los hijos del alma grande Gandhi pregonan: “el hombre está corrompido desde su concepción y que por muchos esfuerzos que haga no podrá mejorar su condición”.
 
En la escuela de Evangelización Juan Pablo II, en profundo silencio de meditación viví a Jesucristo resucitando muertos, dando luz a ojos en oscuridad, iluminando almas en las Bienaventuranzas. Comprendí que él conoció al hombre, trató de liberarlo del mal, pero, no pudo cambiarlo.
 
Nuestro invitado de hoy Aristóteles: “no hay más bondad en el género humano que la que Dios quiere otorgarle, por la misma virtud de Dios y por su amor y condescendencia y esto es así porque el hombre nació perverso y no puede librarse de las redes de la inequidad sin la ayuda de Dios, por mucho que se esfuerce o por mucha que sea su voluntad”.
 
El autor es vicealmirante retirado de la Marina de Guerra.

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