Para llevar a cabo un proyecto de nación por parte de un partido se necesita del conjunto de sus dirigentes y militantes. Para hacer realidad un proyecto de nación con aliados y los demás miembros de una sociedad se necesita del concurso de las mujeres y hombres de esos sectores.
Por eso las entidades políticas no deberían descuidar la formación de sus miembros y aliados, como los partidos opositores y la propia sociedad no pueden descuidar la formación de sus mejores elementos, porque si no, lo que se obtendrá de ese esfuerzo será mediocre y por lo tanto seguirían arrastrando problemas que se supondría superado.
Ante los actuales resultados de las elecciones presidenciales dominicanas, todas las fuerzas sociales, sobre todo los partidos y luego las entidades que dicen ser representativas de la sociedad, deben plantearse seriamente una revisión y reestructuración que lleve a algo más que mantener una maquinaria electoral que se activa solo durante las campañas políticas y las otras entidades tienen que auto examinarse, porque su papel no es solo la crítica y la evaluación comparativa de una u otra gestión, sino la de ofrecer soluciones o alternativas validas.
Estimamos que las agrupaciones políticas no pueden engreírse al pensar que solo el haber recibido una mayor votación, significa automáticamente poder asegurado y mejores miembros para defender su causa, cualquiera que esta sea. No, el partido debe buscar calidad ante todo de parte de su militancia, capacitarlos para que puedan conquistar mediante la idoneidad del proyecto que enarbole su organización, pero sobre todo que habiendo sido, como es el caso de casi todas las entidades partidarias, aliados o cabecillas de gobiernos en ejercicio, puedan mostrarle y explicarle a la sociedad su obra al frente de la administración pública.
Los militantes partidarios tienen el deber de conocer lo suficiente acerca de Historia, Economía, Psicología, Sociología, Medio Ambiente, Tecnología y servicios públicos y en fin acerca de otras área del saber, para cuando le toque por suerte o disposición expresa de sus dirigentes, o que resulten ser escogidos como líderes que puedan explicar cualquier tipo de proceso social en curso y lo sustenten con datos y comparaciones con el pasado, presente y futuro de la sociedad en que hacen vida política.
Hoy ante la ausencia en el caso de la sociedad dominicana, de líderes legendarios de la talla de José Francisco Pena Gómez, Juan Bosch, y Joaquín Balaguer, a cualquiera con inquietudes sociales, por lo primero que opta si posee recursos, es fundar un partido como comerse una hamburguesa cualquiera; o en su defecto ingresar a una organización política y convertirse en un buen militante, trabajador y entregado a la causa de su agrupación; o buscar acenso o movilidad social valiéndose de relaciones, etc., etc. aceptables en nuestro medio, pero no validas para fines de formación, disciplina y disposición que es lo que buscan los partidos si se consideran como tales.
En los grandes partidos dominicanos la educación de sus miembros es más deseo que realidades. Se pregona, se trata de exigir, pero casi nunca se hace realidad. Y así transcurre el tiempo, se va perdiendo la esencia, el objetivo interno como entidad que busca el poder para mejorar la sociedad y se deja al albur de las ambiciones muy personales de sus miembros que no se sabe en qué puede terminar; si autodestruyéndose o destruyendo al partido al que supuestamente ingresaron para formarse y ayudar a construir la sociedad con que sueñan o soñaron alguna vez.
Revisémonos aún estamos a tiempo antes de que sea demasiado tarde y esa misma sociedad a la que queremos mejorar no disponga de otros instrumentos probablemente, no los adecuados para lograr sus objetivos, aunque con eso se autodestruya también y de nuevo se intente comenzar lo que se supone ya deberíamos haber terminado hace tiempo: una sociedad más justa y desarrollada.