Las leyes dominicanas contemplan que el Presidente de la República maneje una cuenta bancaria de los fondos del Estado (de todos los dominicanas y dominicanos) a discreción; o sea, que puede hacer uso de los recursos (muchos millones de pesos), sin que necesariamente tenga que dar explicaciones sobre su destino final.
Senadores y diputados igualmente reciben cientos de miles de pesos para supuestos programas sociales, a los que el pueblo ha bautizado con el nombre de “barrilitos”, sin que al fin y al cabo mínimamente indiquen quiénes han sido los beneficiados.
De ahí que la gente se pregunte si estamos ante el manejo el erario de manera discreta o de manera corrupta, o si ambos términos significan lo mismo.
Si algo la sociedad ha criticado con fuerzas es la manera en que allegados al Gobierno se han enriquecido visiblemente y, aunque no haya sido una crítica directa al Presidente, muchos en su entorno no han dado ejemplos de contener ese monstruo enorme que ha avanzado infalible y que se llama corrupción.
Esperemos que viejas y dolorosas prácticas, cuyas experiencias aún pesan, dejen de serlo en el futuro inmediato, bajo la administración del mismo partido, con otras figuras al frente.